Los que me conocen lo saben perfecto, y los que no, lo pueden inferir: la Navidad y yo no somos uno mismo.
Pero antes de que el Club de Defensores de las Navidades Felices me empiece a lanzar nueces sin pelar directo a las sienes, quiero aclarar qué es lo que realmente detesto de esta etapa del año. No es propiamente la cena de Nochebuena o la comida navideña, donde la convivencia familiar suele darse a todas margaritas. Lo que me caga en realidad es eso que he decidido nombrar la Pseudo Navidad.
Definirla es un tanto difícil, porque no es un hecho concreto ni un evento particular. La Pseudo Navidad está constituida por todas esas hipocresías decembrinas que la sociedad ha determinado como la verdadera celebración que esperan chicos y grandes durante todo el año para gastar su dinero a lo idiota y sonreírle hasta al vendedor ambulante que jamás habías volteado a ver.
De entrada, ya ni decembrino es el asunto. Por ahí del 6 de noviembre pasado acudí con mi carnal a Perisur para hacer una compra idiota (así como hay discusión idiota y apuesta idiota, también hay compra idiota). Mis cinco sentidos ya lo habían percibido, no así mi consciencia. En el patio central había un estúpidamente enorme árbol navideño con todo y duendecillos echando desmadre y un Santa Claus listo para curársela un año más. ¡Carajo! ¡6 de noviembre! Apenas había pasado el pinche Jalogüín, ¿y ya estaban con Navidad? Digo, yo sé que los adornos los comprar en paquete desde China y hay que aprovecharlos, pero me cae que ya no hay piedad.
Luego, aproximadamente desde esas mismas fechas, comienza en mi casa la angustia más grande de todo el año: los regalos navideños. Bueno, ni en mis cumpleaños, ni en mi graduación, y yo creo que ni en mi boda mi mamá y mi abuela pondrán tanto empeño y concentración para pensar qué regalarme como lo hacen con la peinadora y la de las uñas cada año en Navidad. Bueno, es que es un drama. Ese par de honorables damas son expertas, qué digo expertas, especialistas en el ramo de las compras idiotas. Muñequitos de porcelana, pañoletas mamonas de seda española, crucifijos pintados por artesanos de Teojolopingo el Chico, velas aromáticas, etc. Cualquier cantidad de regalos de ese tipo son escogidos por mis antepasadas para satisfacer su ímpetu navideño. “Pero lo que cuenta es el detallito”. Sí cómo no. Y ahí tienen a la peinadora dando su mejor sonrisa ante el enésimo chalcito que le regala mi abuela. La escena es sublime… cada año.
Ese ritual de los regalos, que estoy seguro se repite en un sinfín de hogares mexicanos, me parece de lo más falso en este pérfido universo. El cantadito del “¡que lo abra, que lo abra!”, seguido del “¡que se lo ponga!”, cerrando con el “¡que lo preste!”, me puede hervir las tripas en ácido sulfúrico. Digo, cada quien su vida y si hay quien lo disfruta, pues adelante. Pero sinceramente no me veo incluido en tal jelengue, digno de capítulo navideño de Beverly Hills 90210.
Ahora, para que todo lo anterior tenga un magno escenario, la gente suele adornar sus hogares con atuendos navideños. Perfecto. Hay a quien se le pasa la mano y decide imitar a Chevy Chase, confundiendo el árbol con su mismísima fachada. Sin embargo, hay algo peor y sucede en mi casa: la navidad a medias (u otra faceta de la Pseudo Navidad). Es decir, como en mi casa el chiste es pretender que nos gusta la Navidad (aunque en realidad a todos nos vale reverendas madres), medio la intentan adornar. Entonces, salvo la Nochebuena que nos regaló la tía Moni hace dos semanas, todos los demás adornos son patéticos para abajo. El último es una especie de gnomo vestido de blanco, que más bien parece chamán de pueblo con campanitas. Se une al Santa dulcero con tres caramelos de la Navidad del 91, a los bastones acostados que ya no se sostienen solos, y al letrero de Feliz Navidad todo madreado que afortunadamente todavía no han colocado a la fecha.
Como podrán comprender, soy reGrinch. Sí ¿y qué? Lo que me preocupa es que últimamente estamos perdiendo a importantes integrantes del gremio anti-Navidad y es difícil percibir las entradas de nuevos. Mientras, me quedaré con la Pseudo Navidad y sus inevitables repercusiones. Como no regalo nada, nadie me regala nada. Como si eso fuera lo importante. Feliz Navidad a todos. ¡Pero estamos a 2! ¿Importa?
Pero antes de que el Club de Defensores de las Navidades Felices me empiece a lanzar nueces sin pelar directo a las sienes, quiero aclarar qué es lo que realmente detesto de esta etapa del año. No es propiamente la cena de Nochebuena o la comida navideña, donde la convivencia familiar suele darse a todas margaritas. Lo que me caga en realidad es eso que he decidido nombrar la Pseudo Navidad.
Definirla es un tanto difícil, porque no es un hecho concreto ni un evento particular. La Pseudo Navidad está constituida por todas esas hipocresías decembrinas que la sociedad ha determinado como la verdadera celebración que esperan chicos y grandes durante todo el año para gastar su dinero a lo idiota y sonreírle hasta al vendedor ambulante que jamás habías volteado a ver.
De entrada, ya ni decembrino es el asunto. Por ahí del 6 de noviembre pasado acudí con mi carnal a Perisur para hacer una compra idiota (así como hay discusión idiota y apuesta idiota, también hay compra idiota). Mis cinco sentidos ya lo habían percibido, no así mi consciencia. En el patio central había un estúpidamente enorme árbol navideño con todo y duendecillos echando desmadre y un Santa Claus listo para curársela un año más. ¡Carajo! ¡6 de noviembre! Apenas había pasado el pinche Jalogüín, ¿y ya estaban con Navidad? Digo, yo sé que los adornos los comprar en paquete desde China y hay que aprovecharlos, pero me cae que ya no hay piedad.
Luego, aproximadamente desde esas mismas fechas, comienza en mi casa la angustia más grande de todo el año: los regalos navideños. Bueno, ni en mis cumpleaños, ni en mi graduación, y yo creo que ni en mi boda mi mamá y mi abuela pondrán tanto empeño y concentración para pensar qué regalarme como lo hacen con la peinadora y la de las uñas cada año en Navidad. Bueno, es que es un drama. Ese par de honorables damas son expertas, qué digo expertas, especialistas en el ramo de las compras idiotas. Muñequitos de porcelana, pañoletas mamonas de seda española, crucifijos pintados por artesanos de Teojolopingo el Chico, velas aromáticas, etc. Cualquier cantidad de regalos de ese tipo son escogidos por mis antepasadas para satisfacer su ímpetu navideño. “Pero lo que cuenta es el detallito”. Sí cómo no. Y ahí tienen a la peinadora dando su mejor sonrisa ante el enésimo chalcito que le regala mi abuela. La escena es sublime… cada año.
Ese ritual de los regalos, que estoy seguro se repite en un sinfín de hogares mexicanos, me parece de lo más falso en este pérfido universo. El cantadito del “¡que lo abra, que lo abra!”, seguido del “¡que se lo ponga!”, cerrando con el “¡que lo preste!”, me puede hervir las tripas en ácido sulfúrico. Digo, cada quien su vida y si hay quien lo disfruta, pues adelante. Pero sinceramente no me veo incluido en tal jelengue, digno de capítulo navideño de Beverly Hills 90210.
Ahora, para que todo lo anterior tenga un magno escenario, la gente suele adornar sus hogares con atuendos navideños. Perfecto. Hay a quien se le pasa la mano y decide imitar a Chevy Chase, confundiendo el árbol con su mismísima fachada. Sin embargo, hay algo peor y sucede en mi casa: la navidad a medias (u otra faceta de la Pseudo Navidad). Es decir, como en mi casa el chiste es pretender que nos gusta la Navidad (aunque en realidad a todos nos vale reverendas madres), medio la intentan adornar. Entonces, salvo la Nochebuena que nos regaló la tía Moni hace dos semanas, todos los demás adornos son patéticos para abajo. El último es una especie de gnomo vestido de blanco, que más bien parece chamán de pueblo con campanitas. Se une al Santa dulcero con tres caramelos de la Navidad del 91, a los bastones acostados que ya no se sostienen solos, y al letrero de Feliz Navidad todo madreado que afortunadamente todavía no han colocado a la fecha.
Como podrán comprender, soy reGrinch. Sí ¿y qué? Lo que me preocupa es que últimamente estamos perdiendo a importantes integrantes del gremio anti-Navidad y es difícil percibir las entradas de nuevos. Mientras, me quedaré con la Pseudo Navidad y sus inevitables repercusiones. Como no regalo nada, nadie me regala nada. Como si eso fuera lo importante. Feliz Navidad a todos. ¡Pero estamos a 2! ¿Importa?
Para Jim Carrey, quien personificó al Grinch. Si de por sí ya me caía bien.
11 comments:
Me cae que sí eres todo un Grinch. A mí la neta sí me late la Navidad y el mes de diciembre me parece una cosa PKM.
Hola!
Podrías verlo por el lado amable, en estas fechas todo apesta, el transito está horrible, hay filas para todo, hasta para el baño, la gente es torpe y amorosa, pero el clima es lindo, frío con el sol que se asoma entre las hojas de los árboles, sí, es lindo!
Ciao!
Bri tienes toda la razón en ser un Grinch si analizas, como bien lo hiciste, la Navidad mercantilista.
Pero considero que no todo es malo.
En lo personal la Navidad es una época en la que puedo compartir y recordar muchas de las tradiciones que mis padres y hermanos me transmitieron desde niña.
Y hablo desde el ritual de ir al mercado a comprar las ramas para el nacimiento (no pongo árbol), hacer decenas de oficios en la pared para amarrarlas con otras decenas de hilos.
Desenpolvar el pecebre, las esferas y los monitos. Qué si todavía están completos los Reyes Magos, que se le cayó la pata al camello, que si los pastores, ¿ en dónde jijos está María y José?.
Una noche que se convierte en madrugada en un abrir y cerrar de ojos en la que rompes al menos 50 esferas y se funden 100 foquitos.
El 24 ver a toda mi fimilia (único día pues hay algunos que no viven en el defectuoso) el pedir y dar posada, quemar luces de bengala, cantar la misma letanía que ahora te causa gracia e incluso la discusión de "¿quien pide y quien da?".
La rompedera de piñatas que todavía sigo disfrutando, lo ridículo que se ve uno saltando con un palo para darle a la estrella que de un palazo se rompe y cuando esto sucede, si tienes suerte de que no se termine de estrellar en la cabeza, en lo te quitas la venda de los ojos y te tiras al suelo para alcanzar al menos un par de cacahuates te das cuenta que los sobrinos te dejaron sólo un tejocote.
El amanecerte con la familia recordando, jugando damas chinas, dominó, caras y gestos, e incluso el mentado avión con tejas de papel mojado.
y lo mejor de todo, sentarme a la mesa con mi familia...esos momentos son únicos.
Y si, me late la Navidad pero no por los regalos, tampoco creo que en ello, tampoco creo en que sólo en esas fechas debemos ser más considerados, amables y caritativos, para que el 1 de enero volvamos a ser los mismos OGTS de siempre.
Yo creo en el instante especial, en esas tradiciones que despiertan seguramente en mucha gente nostalgia y amor infinito por la gente que amas y que te corresponde sin necesidad de darle una caja con un listón.
Grinch...para mí eso es la Navidad.
Besos..
No sé si eres Grinch o no, pero me parece muy gracioso que hayas escrito esto justo antes de acudir a la posada de los Carrillo citada ayer en mi casa (misma que está decorada con todos esos adornitos navideños que describes).
En fin, a mí me late cañón, eleva mi sensibilidad en todo sentido, espero que ayer mínimo la hayas pasado bien.
Que te puedo decir
Vivo en un Bazar de Navidad estilo Gotico
HMI
Antes de tener hijos, pensaba igual que tú, y lo seguiría haciendo de no ser porque a mis dos chaparros los emociona hasta casi privarlos. Apoyo de cualquier forma tu opinión, porque mi sentimiento actual de la navidad sólo se entiende en función de lo que me producen esos minutos de franca emoción de Ari y Darío.
Por otro lado y nada más por joder, cómo me zurran esas siglas como PKM, TQM, o TPM, por favor Carrillo ya no lo hagas, te me caes con esas formas tan patéticas.
Para mi Navidad es la época del año en que atiborro mi closet de mierda que nunca me voy a poner.
Mi fino y distinguido Brinch:
Mi regalo de pseudoNavidad es este comentario.
Creo que, de alguna manera, tienes que apreciar estas fechas, porque te dan material súper jugoso para criticar a todos los consumistas.
Ojalá y uno de estos días puedas visitar el hostal (http://hostalparis.blogspot.com)
la navidad (y la pseudo) A-PES-TA punto, la culpa de además de todo adelantarla, la tiene COSTCO, SAMS Y PERISUR los adornitos-velitas-monitos-ydemás contribuyen a gastar materia prima a lo zonzo como si sobrara, dejamos de tener fútbol, ya ni pasan la navidad de los Muppets que era lo único rescatable de esta época y para colmo... FASTIDIA MI CUMPLEAÑOS... por eso me uno al club convencido
Mmmm, ya sé cuál va a ser un gran momento para ti, la quitada del árbol de navidad!!! A mi me gusta la adornada, pero eso de quitar me dan ñañaras, así que como eres "Grinch" te espero en mi casa el 7 de enero, ya después de que lleguen los reyes magos, una buena misión para un hombre verde...;)
Esta máquina me indica que haga un comentario al respecto, sí, lo dice arriba: "Haga su comentario"... pero hasta a ella misma le digo lo siguiente: "Miguel 'Bri' y Lap que tengo, qué les puedo decir referente a las fiestas de diciembre. Soy el verdadero GrinchRegio. Me da pena ajena ver esas cenas del 24. Me hago yo (y al aire lanzo también mis preguntas): 1.- ¿Qué demonios tiene que ver la 'navidad' con tronar cuentes en las calles?, 2.- ¿Por qué los niños esperan a que se acerque las 00:00 horas para tronarlos en las calles? (esto ocurre más en un nivel medio, medio-bajo), 3.- ¿Qué rechingada relación hay entre el falso nacimiento (porque el que haya nacido el 25 es más falso que la honestidad del Peje) de Jesús con el viejo panzón vestido de rojo?, ¿Quéee?, ¿por qué lo hacen?; 4.- ¿Por qué, ya punto pedos, se felicitan a las 12 de la noche?, horrooor... Y si al principio dije que me daba pena ajena, es por ver cuán pueblo ignorante somos... Son, quienes creen en eso, como mi 'Bloger': "Mentesdormidas".
Post a Comment