Thursday, January 27, 2011

El amor en los tiempos de BB

La conocí en un total estado de delirio y alcoholemia. Yo, no ella. De esas veces que no puedes hilar dos palabras. Bueno, esa noche no podía coordinar ni dos movimientos. En plena fiesta, me quedé dormido en su sala de tan burro, y momentos después vomité justo afuerita de su departamento. En una segunda ronda de guácara, rematé a la puerta de su hogar, mientras una de sus amigas me limpiaba el hocico gorgoreante. Una salida en hombros, casi heroica.

Afortunadamente, la vida te da revanchas. En este caso, a mí me dio oportunidad de disculparme, porque eso de que barnicen la entrada de tu departamento y de tu edificio no está nada cagado. Noche de juegos, noche de demostrar que no era el hijo del Capitán Cavernícola. Me comporté a la altura, con las únicas ganas de caer bien. Y caí bien, supongo. Tan bien que me pidió que le enseñara a usar Twitter. ¡Cuánto romance! La verdad es que para ese entonces no llevaba mano, y mi intención jamás fue la de apañar a la malagueña.

Pero las copas y los malacopas no se pueden detener, y tampoco las nuevas dinámicas con las que ahora nos apareamos los unos con los otros. En otro encuentro de fiesta, ahora los efectos nos pegaron a los dos. El detonante: Blackberries al centro, y un shot al que se atreva a tocar la suya por el motivo que sea (si la frase anterior fuera un albur, el sexo sería la cantera de Alcohólicos Anónimos). El primer beso fue casi una casualidad y la primera noche la dormí en el piso de su cuarto, lejos, muy lejos de tocarle aunque fuera la rodilla.

Tengo vagos recuerdos de aquella noche que fue todo menos romántica, aunque consolidó nuestro… ¿amorío? Para ese entonces no sabíamos nuestros apellidos, ni nuestras películas favoritas, ni cómo se llamaban nuestros papás. Pero eso sí, ya nos habíamos quitado el asco y la pena. Y sobre todo, ya teníamos nuestros pins de BB, que es lo más importante.

Chateando y cotorreando se nos fueron las semanas. Debo reconocer, al principio no pensé que fuera a pasar de un buen querer, y con el paso del tiempo, una buena amiga. Las pláticas por Blackberry no suelen ser muy profundas, y ni siquiera deben serlo. De hecho, las pláticas profundas por BB siempre acaban mal. Es como querer resolver algoritmos con calculadoras que venden en el semáforo: es imposible, pero si te sale, es de pura caca.

Y bueno, ésta salió. Después de un tiempo de letargo, nos empezamos a acompañar. Yo en Monterrey, ella en la Capirucha. A 900 kilómetros de distancia, a través de la BB, pero acompañados estábamos. A ella se le murió su abuelo, a mí me cometieron fraude sentimental. Ninguno de los dos sabía con quién hablaba del otro lado del PIN, y sin embargo, ahí estábamos. Tirando frases, compartiendo ja’s cada vez más extensos, contemplando que alguien está escribiendo un mensaje. En el fondo, añorábamos que ese otro estuviera más cerca, a una distancia en que el corazón pudiera tocarse y la señal no fallara. Por dos meses fue así y contra todo pronóstico, funcionó.

Funcionó… aunque todavía éramos dos completos extraños. Extraños conscientes de su condición, con harta disposición y con un background amistoso, lo cual no quita lo extraño. Así que después de meses de confiar en el roaming, decidimos conocernos. De adeveras.

Hoy, seis meses después de la primera pizza, puedo asegurar que ya la conozco. Bastante, bastante bien, a decir verdad. Le sé leer la cara mejor que nadie. Podría apostar lo que le hará reír y lo que le provocará un encabronamiento. Sé que vive en el quinto mundo y que unos besotes la hacen regresar. Que me trae loco. Y que tiene su propio lenguaje, que vibra con un abrazo y que hace que las cosas “difíciles” sean más fáciles que la tabla del cinco.

Sé que nos escribimos a diario, con un altísimo porcentaje de esas pendejadas que te hacen la vida más chingona. También entiendo que sin BB nuestra relación no sería igual, que somos dependientes y lo aceptamos. Que este fin de semana perdió su aparato y no nos hallábamos. Y que cuando me mandó su nuevo PIN todo volvió a la normalidad, en la que todo está poca madre.

Mientras nadie pierda su Blackberry.


Para Vadanita.

Friday, January 21, 2011

La crema del himno

Vivimos en una sociedad que respeta mucho la solemnidad. Que le pone mucha crema a sus tacos, vaya. Una sociedad a la que le encanta tomarse en serio lo que es una vacilada y, al revés, tomarse a broma lo que debería ser una preocupación de verdad. Así somos, y seguramente nunca cambiaremos.

Por ejemplo, estoy seguro que la pequeña burguesía mexicana, ahora radicada en la bella jungla del Twitter, condenaría un cambio en el ritmo del himno nacional. Ya no digamos una transformación radical de letra y música, eso sería motivo de movilización. Con pequeñas variaciones, ligeros cambios, nuestra gente se pondría requetepantera. Entonces, con nuestro H. Himno Nacional Mexicano, sería imposible ver algo así…


Cabe destacar que esto es una exageración. Marvin Gaye tiene una voz de poca madre, pero el beat que le pusieron atrás en este All Star Game de la NBA es como de lobby del Fiesta Americana, o de demo de tecladito Yamaha. Y tampoco es el caso.

Lo que digo es que en México sería imposible un poquito de flexibilidad. Tener un himno adaptable a diversas interpretaciones, y quemar en una fosa común todas las cintas que contengan la pista esa mamona y malgrabada que ponen en el radio a la media noche en todas las estaciones de radio. Pero no, como acámbaro todo es blanco o negro, todo o nada, en México sería imposible aceptar que alguna de nuestras estrellas agarre su garganta, suelte las cuerdas y entone algo más o menos así…


(Whitney, he tardado años en decírtelo, pero te amo profundamente).

O bien, que un jugador de los nuestros tome el micrófono y haga esto…


Claro, con esta ligereza de que cualquier pedorro puede agarrar un micrófono y pensar que puede cantar el himno nacional, también crece el riesgo de que suceda esto:


Pero vaya, ojo Chanfle con desear que sucedan las cosas porque puede ser que se te cumplan. Un paisano (porque me queda claro que este guey es paisano y no xaladas) ya se encargó de recomponer el Himno y lo dejó absolutamente delicioso. Muero por aprenderme esta nueva versión, y mejor aún, esperar a que artistas de harto renombre lo entonen. Por favor, pónganse de pie y descúbranse la cabeza para escuchar…


Qué lindas frases esas de:

“De la paz de la pnpte… oliiiivo”.

“Y en las noches te lleva al olvidaaaaa, y en las noches de dioses de dioooos”.

“Seña palmas, tu tierra morenooooahhh”.

“Vil prometeooooo”.

“Y ts pasaas, ssstingdaaas mi cieeeeeloo”.

Qué cosas, con esto de los himnos. Creo que sería un buen inicio para dejar de tomarnos tan serio, y de pensar que todo lo bueno tiene que ser serio. "Serio". Hagamos de cuenta que nadie nos oye (n. de la r.:nadie nos oye) y cantemos como mejor nos plazca. Paguémosle a alguien para que nos haga un himno acá chingón, moderno y con buen beat. ¿Les late?

¿Qué les parece Aleks Syntek?


Con cariño, para Aleks Syntek.

Monday, January 17, 2011

Otro tipo de artritis

A mí sí me gustan los niños. No lo niego: me gusta entender cómo funciona la mente de los mocosos. Normalmente son muy cagados, dicen las cosas como van y eso, gracias a la profunda hipocresía con la que vivimos a diario, nos sorprende un chingo. Algunos, los mejor orientados, llegan a conclusiones brillantes que los dejan mejor parados que varios adultos que conozco. En fin, me gustan los niños.

Lo que no me gusta es cuando los papás, cegados por el amor inmenso que les profesan, proclaman que sus hijos son genios, lumbreras infalibles, que casi casi podrían ser secretarios de estado a los 11 años (bueno… viendo a los últimos especímenes, comienzo a creer que muchos niños sacamocos del recreo harían mejor papel).

Y no dudo que en efecto haya niños que sean muy inteligentes. Lo que trato de decir es que el afecto al muchacho o muchacha nos puede hacer suponer que estamos frente al siguiente Doogie Howser (o Justin Bieber, ja!), cuando en realidad se trata de un elemento promedio, o en el mejor de los casos, un poco más listillo que el resto.

Expongo lo anterior, porque me queda claro que el (casi) u.n.i.c.o. factor que desata el dominio sobre una disciplina, en niños o adultos, es la maldita práctica. Es el estímulo temprano, la constancia en la ejecución, el chinga y dale. No nacen superdotados cada 5 minutos, se los juro. Es simple y pura práctica. Practicar mucho y practicar mejor que los demás. Eso te hace destacar, nada más.

Así que dejen de pensar que sus hijos tienen un IQ de 785 millones, porque generalmente, están en lo falso. Si quieren que los saquen de pobres jugando futbol, pónganlos a entrenar un chingo, y denles hormona del crecimiento como a Messi. Si prefieren que sea una estrella de la Academia, que ensaye Noche de Paz diario antes de dormir y de paso Los Changuitos en el piano para redondear su talento.

Todo esto para aceptar que así como no hay niños fantástios en cada esquina, tampoco hay escritores virtuosos por arte de magia. Y que, me carga el payaso, tengo una artritis mental espantosa que me impide escribir con la fluidez que yo quisiera. Me urge quitarme el polvo, sacudir la polilla, estirar las piernas y otras manifestaciones del fin de letargo que supone esta nueva etapa. Duele la atrofia y duele un chingo.

Así que si los sorprendo acá con un texto uf de maravilloso, no empiecen a tirar flores aplaudiendo la aparición divina de las letras. Fue por chingarle y rasparme los nudillos. No hay otra forma y corro el riesgo de que me dé un calambre.

Si así sucede, échenme un plátano y sóbenme la pata. Cuesta, cuesta… y no xaladas.

Tuesday, January 11, 2011

Volantazo

El viernes fui a ver Hereafter (“Más allá de la vida”), de Clint Eastwood. Pero se me olvidó lo que significa meterse a una película filmada por Clint Eastwood en los últimos años. Sí, buenas actuaciones, sí, secuencias impecables, sí, intensos momentos, sí, un guión sin fugas, pero coño… todos sabemos cómo va acabar 45 minutos antes de que acabe.

Entonces todos en la sala vimos lentamente que Matt Damon se iba a reunir con el niño y con la francesa, tarde o temprano, de una forma u otra. Como dice @xosean, estaba más cantado que Amor Eterno. La música, las escenas, las pistas, todo te va diciendo: se van a reunir… a la una, se van a reunir… a las dos, se van a reunir… ¡a las tres!

¿Y qué creen? Se reunieron. *Aplausos en la sala*

Quienes nos dedicamos a contar historias, añoramos que éstas se queden el mayor tiempo posible en la memoria de quien las ve o lee. Por supuesto, no siempre resulta así, y no porque no queramos. A veces fallan las palabras, o las ideas están inconclusas, y nomás no queda.

El giro inesperado de la historia es la marca que queda para la posteridad. Como espectadores, nos fascina el ‘twist’ que sorprende, ése que no viste venir, como le dirías al agente de tránsito. La vueltecita en el guión que se ubicó siempre en tu punto ciego, que estuvo ahí escondidita, y que salió en el momento indicado para darle un vuelco definitivo a la narración. Sorpresivo, pero coherente.

Como cuando te das cuenta que Bruce Willis estuvo muerto desde el principio. O cuando resulta que Brad Pitt y Edward Norton siempre fueron la misma persona. O cuando me salen con que Vader es el padre de Luke Skywalker.

Bueno, pues pasa lo mismo con la realidad. Hay quien elige vivir una película de Clint Eastwood, y es absolutamente respetable. Yo prefiero que la mía la dirija Darren Aronofsky, o uno de esos bróders más alborotados de la mema. Que el viaje en carretera tenga cambios de rumbo, uno que otro volantazo brusco, enfrenones, y hasta vueltas en ‘u’.

Digo, para ponerle sabor a este asunto de la vida, ¿no?