Wednesday, September 22, 2010

Pinches palomas

Correr en Viveros es sumamente placentero. Mientras más temprano, mejor. Si hace frío, los árboles cobijan. Si hace calor, amortiguan el sol dejando pasar tiritas que calientan de vez en cuando. El paisaje es pasmoso: los jardines, las filas de árboles adolescentes esperando ser comprados o plantados, las ardillas coquetonas y hasta la leña moribunda esperando ser recogida.

Pero como nada puede ser perfecto, hay un factor que funge de pasita en gelatina…

Las pinches palomas.

No me había percatado de su inmunda existencia hasta la semana pasada. Asumía que su presencia era tan justa en Viveros como la de las ardillas, pero no es así. Las ardillas viven en los árboles y respetan los demás espacios. Sólo pasan por la pista de arcilla para transitar, y hasta se apuran para no estorbar porque saben que no les corresponde estar ahí.

En cambio, las pinches palomas son una lacra. Se congregan de a dos, de a tres, o también se postran en solitario, todas altivas, pedorras, en medio de la pista, sin importar que uno tenga su ruta definida por la sociedad del Vivero. Todos respetamos, cada quien su espacio. Los árboles, las ardillas, los visitantes. Pero no las pinches palomas. Ellas se acomodan ahí en medio, y las puedes mosquear mil veces sin que se inmuten.

Las odio tanto.

Las palomas son seres soberbios por naturaleza. No se mueven a menos que casi casi les ruegues. Se la pasan chacoteando todo el día. Comen lo que uno les da, ya sea arroz o migajón, y cagan sin fijarse dónde carajos caerá su podredumbre. Hay otros animales que también reciben alimento, pero todos los demás tienen gracias y reciprocidad en lealtad. No las pinches palomas. Ni siquiera tienen chiste. No hacen nada, sólo están. Y hasta su ruido es desagradable.

Las palomas, como gremio, tienen un problema. Se creen seres humanos. ¡En serio! Creen que pueden caminar entre nosotros como si fueran uno más, por eso no se quitan.

Yo supongo que el problema data de tiempos antidiluvianos (literal). Véase La Mitología de la Paloma. En aquellas épocas de la creación, le habrán hecho algún favor a Dios. Ocupado en mil menesteres, al Creador se le olvidó decirle algo a alguien, y la paloma, oportuna y aprovechada, le dijo ‘yo te hago el paro’. Aquella fue y dejó el mensaje, y para cobrársela a Dios, le pidió ser catalogada ave y no roedor.

Las palomas son roedores con alas. Son iguales o peores que las ratas. Son los murciélagos del día. Son una plaga que lástima coches, pisos, y plazas enteras. Si han ido a Venecia entenderán lo que digo. Allá, ya no saben qué hacer con ellas. Y la gente sigue embelesada con no sé qué de las palomas. Hipnotizan para no dejar ver lo que esconde su impávida mirada. Mustias, hijas de la chingada.

Les digo, la paloma es un animal soberbio. Pocos animales cuentan con el privilegio de ser nombre propio para humanos. León, pues cómo no, el rey de la selva. Pero… ¿paloma? ¿De qué privilegios goza? Les digo, algo le saben a Dios.

¿Recuerdan Seinfeld? George Constanza dice haber hecho un trato con las palomas, se quitarían cuando él pasara con su coche, como la lógica lo indica. Pero no tardaron en recurrir a su naturaleza traicionera, y lo hicieron quedar en ridículo. No se quitaron a pesar del trato y las atropelló. ¿Y quién es el culpable? Constanza…

O con Ace Ventura, ¿cuál es el u.n.i.c.o. animal que no puede atrapar..? La pinche paloma, con recompensa millonaria.

Unámonos, pueblo, en contra de las palomas. Quitémonos la benda de los ojos antes seres tan impíos. Llamémosle rocetas a las “palomitas”. En vez de "palomita", pongámosle otro nombre a la contraparte del tache. Y también encontremos otro nombre al gol de "paloma". Coño, ¿en qué momento acapararon tantas expresiones de belleza si son seres del demonio?

Saquémoslas de nuestras vidas. Tal vez así aprendan a respetar.


Para Paloma (San Basilio). Qué culpa tienes tú.