Últimamente no ando fino con los prestadores de servicios públicos. Y contrario a lo que normalmente se dice, no es mi culpa (no faltará el que diga, ‘pues qué hicisteeeee’, con tonito de tía regañona).
El sábado pasado, préstabame yo a echar el Calcio, como dice mi carnal, cuando salgo de la casa de HMI y oh sorpresa, el Pingüi había sido secuestrado. La primera, la más obvia, se lo chingaron. Utamadre. ¿Yora? Polanco, a las 10 de la mañana, malcomidos y sin coche. Sin embargo, no tardó mi gran cuaderno en apuntar que últimamente las gruas andan filosísimas en Polanco. No es de extrañarse que si en la Miguel Hidalgo ya quieren quitar el agua, ahora también quieran quitar los coches, ¿por qué no? Y curiosamente en ese mediocrísimo ejercicio de reduccionismo social (pus si los ricos tienen y no votaron por mí, pus me los chingo), las grúas han apretado su dignísima labor. ¿A poco creen que hay igual número de grúas en delegaciones no panistas?). Cierto es que estaba estacionado a unos metros de un letrero de NoE. Sin embargo, ese mismo lugar ha sido utilizado durante años por HMI & family, lo que lo convierte en un ejercicio de derecho consuetudinario (costumbre hecha ley). Y no sólo por él, sino por todo Polanco. En fin.
El caso es que comienza la búsqueda, y debo anotar que me sorprendí a mí mismo por el pinche temple con el que resolví la encrucijada. Digo, me tardé un poquitín y obvio no jugué futbol, pero no me encabroné tanto y eso ya es ganancia. En la fila para recuperar al Pingüi, una señora se encargó de sacar de quicio al poli que le cobraba. Una joya la viejita. “¿Y qué, al menos lo lavaron?”. “¿Cuánto es? ¿500? Ahí van… 1, 2, 3 (y hace como que da el tercer billete de 100), 4, 5. Ya. ¿Qué? ¡Ya está!” No señora, falta. “No no no, yo ya le dí”. Y así más o menos como por 15 minutos. Cuando se retiró se llevó el aplauso del respetable, yo besé al Pingüi y siguió la vida.
Cuatro días después, yo en Santiago de Chile. Ciudad bonita. No es Buenos Aires, pero tampoco es Lima. Bonita a secas y la gente amable. O amable, hasta que les hablabas de Colo Colo. Cada pinche taxista tenía que hacer la misma pregunta. “Ya, ¿y quién gana?”. Yo bien pinche mexicano, “no pues va a ganar el Pachuca”. Olvídense, “nooooo, pero si Colo Colo y Matías Fernández y la mamá de los jitomatitos y Pinochet al cuadrado”. Aprendí a guardarme mi sinceridad hasta que un taxista al que le dije “Pachuca seguro” nos fue a dejar un poquito lejos. Hagan de cuenta que nos dejó en el Ángel y nosotros íbamos a la Roma. No está lejos, pero a ver, camínale. Pinche taxista de mierda. Y ahí vamos, mi fotógrafo Paquito Vega y yo caminando en la llanura hasta que un desconocido nos abre la puerta de su coche. ¿Mexicanos verdad? Oquela, qué, ¿traemos el himno tatuado en las nalgas o qué? ¿nada más porque traigo la playera del Rambo Sosa y cargo mi ropa en una caja de Ariel? Ni aguantan nada.
Pues que nos subimos y resulta ser Alberto Quintano, un jugador de Cruz Azul en los 70 del que mi papá decía la típica “ése sí era defensa”. La libramos, apenitas pero la libramos.
No hay mucho qué decir del partido, pues Pachuca lo dijo todo en la cancha. Por lo menos con aquel taxista, los Tuzos cobraron venganza por mí. Nunca había visto un estadio tan eufórico, tan entregado, tan triunfalista, tan poco conciente del rival, y a la postre, tan chilletas.
Ni modo, qué increíble es que por allá, al Colo Colo le tocó probar el chile nacional.
Para Matías Fernández. Una pregunta más sobre el mentado Matías y yo mataba periodistas chilenos.
El sábado pasado, préstabame yo a echar el Calcio, como dice mi carnal, cuando salgo de la casa de HMI y oh sorpresa, el Pingüi había sido secuestrado. La primera, la más obvia, se lo chingaron. Utamadre. ¿Yora? Polanco, a las 10 de la mañana, malcomidos y sin coche. Sin embargo, no tardó mi gran cuaderno en apuntar que últimamente las gruas andan filosísimas en Polanco. No es de extrañarse que si en la Miguel Hidalgo ya quieren quitar el agua, ahora también quieran quitar los coches, ¿por qué no? Y curiosamente en ese mediocrísimo ejercicio de reduccionismo social (pus si los ricos tienen y no votaron por mí, pus me los chingo), las grúas han apretado su dignísima labor. ¿A poco creen que hay igual número de grúas en delegaciones no panistas?). Cierto es que estaba estacionado a unos metros de un letrero de NoE. Sin embargo, ese mismo lugar ha sido utilizado durante años por HMI & family, lo que lo convierte en un ejercicio de derecho consuetudinario (costumbre hecha ley). Y no sólo por él, sino por todo Polanco. En fin.
El caso es que comienza la búsqueda, y debo anotar que me sorprendí a mí mismo por el pinche temple con el que resolví la encrucijada. Digo, me tardé un poquitín y obvio no jugué futbol, pero no me encabroné tanto y eso ya es ganancia. En la fila para recuperar al Pingüi, una señora se encargó de sacar de quicio al poli que le cobraba. Una joya la viejita. “¿Y qué, al menos lo lavaron?”. “¿Cuánto es? ¿500? Ahí van… 1, 2, 3 (y hace como que da el tercer billete de 100), 4, 5. Ya. ¿Qué? ¡Ya está!” No señora, falta. “No no no, yo ya le dí”. Y así más o menos como por 15 minutos. Cuando se retiró se llevó el aplauso del respetable, yo besé al Pingüi y siguió la vida.
Cuatro días después, yo en Santiago de Chile. Ciudad bonita. No es Buenos Aires, pero tampoco es Lima. Bonita a secas y la gente amable. O amable, hasta que les hablabas de Colo Colo. Cada pinche taxista tenía que hacer la misma pregunta. “Ya, ¿y quién gana?”. Yo bien pinche mexicano, “no pues va a ganar el Pachuca”. Olvídense, “nooooo, pero si Colo Colo y Matías Fernández y la mamá de los jitomatitos y Pinochet al cuadrado”. Aprendí a guardarme mi sinceridad hasta que un taxista al que le dije “Pachuca seguro” nos fue a dejar un poquito lejos. Hagan de cuenta que nos dejó en el Ángel y nosotros íbamos a la Roma. No está lejos, pero a ver, camínale. Pinche taxista de mierda. Y ahí vamos, mi fotógrafo Paquito Vega y yo caminando en la llanura hasta que un desconocido nos abre la puerta de su coche. ¿Mexicanos verdad? Oquela, qué, ¿traemos el himno tatuado en las nalgas o qué? ¿nada más porque traigo la playera del Rambo Sosa y cargo mi ropa en una caja de Ariel? Ni aguantan nada.
Pues que nos subimos y resulta ser Alberto Quintano, un jugador de Cruz Azul en los 70 del que mi papá decía la típica “ése sí era defensa”. La libramos, apenitas pero la libramos.
No hay mucho qué decir del partido, pues Pachuca lo dijo todo en la cancha. Por lo menos con aquel taxista, los Tuzos cobraron venganza por mí. Nunca había visto un estadio tan eufórico, tan entregado, tan triunfalista, tan poco conciente del rival, y a la postre, tan chilletas.
Ni modo, qué increíble es que por allá, al Colo Colo le tocó probar el chile nacional.
Para Matías Fernández. Una pregunta más sobre el mentado Matías y yo mataba periodistas chilenos.
7 comments:
Pero es que Matías...
Así ha sido mi vida desde que se supo que Colo Colo iba a jugar con Toluca en semifinales...ahora solo bajan la vista y no dicen nada... nunca vi a esta ciudad tan triste.
Ese taxista indignado fue la neta, qué mejor forma de fregar al prójimo que esa, un aplauso pa’l “ñor”.
Y para suerte la tuya y la del más lépero del mundo, o sea Fco. Vega, cuántas mentadas se habrá aventado en ese trayecto? Todo un repertorio!
Ciao.
Fue maravilloso ir escuchando los goles del Pachuca en el carro. Ya me puedo imaginar estando en el mero estadio.
Claro, también fue emocionante que, después de bajar del carro, estuviera escuchando a The Killers reventando el Palacio de los Deportes.
Unas por otras. That's life.
En cuanto terminó el juego busqué en el msn a un amigo chileno, que como todos ellos, es sobradísimo el daba por sentado que Colo-Colo era el mejor equipo del mundo y que ya tenía la copa en sus manos. No lo encontré, pero al otro día le dije "cómo ves al Pachuca-Pinochet, llenó el Nacional para torturarlo. Y Pachuca es un equipo chico sin afición, imagínate si hubiera sido otro. Pero bueno el futbol chileno es casi como la Primera A".
Pobre, se cagó, su ego es muy grande y yo soy muy jodón.
Grande Pachuca, hasta se me olvidó el gol con la pancita que torturara en otros tiempos a los azules.
Frase Orvañanos "avísenle a Matías que ya empezó el partido"... y que ya se acabó y que Pachuca es Campeón.
Chile ya probó el ají nacional!
El tuzo se vio marrullero pero grande, callar al Nacional estuvo cabrón... nomás la mamá de Chitiva gritaba yo creo
se chingaron albos huevones culiaos!!!
Sabes que no soy futbolero, pero me dio gusto que el Pachuca haya ganado y más gusto me dio haber leído tus notas, en verdad fue un placer. De las mejores coberturas de un evento internacional que he visto en nuestro periódico. ENHORABUENA mi estimado "maiki". El Flack
Post a Comment