La historia está compuesta de historietas.
Las historietas, querid@s lector@s, pueden originarse de una vivencia contada de manera casi periodística, con pelos y señales, o bien, podría emanar del ronco pecho de un relator que le pone crema a los tacos con el u.n.i.c.o. fin de que sea recordada con una sonrisa por los siglos de los siglos, y sin que necesariamente corresponda fielmente a la realidad. Muy al estilo Big Fish, vaya.
Bueno, pues a mi abuela Marlene le encantaba contar una historieta en la que aparecíamos ella y yo en la cocina de la vieja casa de Eugenia1259 en el lejano 1982. El relato era muy corto pero a Marlene le fascinaba recordarlo: cuando yo tenía unos cuantos meses de edad, me daba de comer y para que el troglodita abriera el oceano, Marlene se encargaba de gritar Platiniiii!!! y aquel alarido era la fórmula infalible para que el hígado machacado o algún otro "manjar" del estilo se fuera sin escalas a mi esófago.
Yo siempre califiqué dicho pasaje como un mito, pues Marlene tenía la memoria más endeble de la historia. ¿Qué se iba a acordar mi abuela de los jugadores de la época?
Sin embargo, haciendo cuentas, caí en que el Mundial de España 82 transcurrió mientras yo tenía unos 4 y 5 meses de edad, y en dicho torneo Platini surgió como la estrella indiscutible de la Selección Francesa anotando un par de goles. Es decir, la escena en la cocina de Eugenia tiene todos los elementos para haber ocurrido.
Mi abuela murió el pasado 1 de agosto de 2011. Ese día por la mañana hablé por última vez con ella, y le comenté que saldría por primera vez, desde el inicio, en un programa llamado Pasión, a las 3 de la tarde en el 501 de Cablevisión. Se apuró a comer, se acomodó en el sillón, sintonizó el programa y decidió que ya era suficiente.
Por supuesto, cuando tu abuela es tu mejor amiga, tu confidente, tu consejera de cabecera, tu apoyo condicional y tu fan número uno... nunca es suficiente.
Mi abuela pasó por este blog muchas, muchas veces. Me burlé de cómo hablaba (aquí), la puse a cantar (aquí) y hasta la disfracé de vikinga (aquí). Aguantaba vara duríiisimo. Le hacía bolita, nos dábamos cachetadas, nos contábamos intimidades. Era una auténtica amiga, una persona con la que podía contar en cualquier momento, una figura maternal que me cuidó desde que nací hasta que nos dejó para irse con mi abuelo.
Y más allá de lo sentimental, también fue una rifada. Ella me pagó mi primer semestre de universidad, solita y su alma. Por supuesto, nos abrió las puertas de su casa cuando no había mucho padónde ir y ahí nos enseñó cómo se da sin esperar nada a cambio. Y cuando nos pusimos pubertos e imprudentes nos siguió dando, y cuando ya éramos quesque maduros y adultos nos siguió dando más y más, sin escatimar en nada, y además cuidándonos las espaldas para que no nos pasara nada.
Marlene era sorda, de las que no oía pero componía. Eso sí, escuchaba de maravilla. Era la persona indicada cuando se presentaba la confusión porque pensaba con mucha claridad. Buena pa´echar el chisme, pero objetiva a la hora de emitir un juicio. Distante en el trato en general, pero cariñosa ante el apapacho necesario. Sus verdades eran como su rostro: sin maquillaje y sin arrugas, aunque dolieran. Y en todo esto, consistente en su manera de pensar y sentir hacia los demás. Fiel a los suyos en las buenas y en las malas.
Es curioso cómo muchas personas de las que fueron a su funeral me comentaron sobre la existencia de una última plática con ella, un último consejo o un último gesto de cariño de su parte. Es imposible determinar cuándo te vas a ir, pero supongo que ella lo presentía. Llovieron visitas de gente que la estimó por quien fue o por lo que dejó en su familia.
Me cuesta trabajo hablar en pasado de alguien que seguirá tan presente en mi vida como Marlene, a la que quise tanto y sin interrupciones. De Marlene, supongo, permanecerán las historietas, la de Platini y tantas más que ahorita me duele contar porque la extraño y la extraño. Y este post que le dedico con todo mi cariño y todo mi corazón.