Tuesday, June 07, 2011

En sentido contrario

Luis rema diario contra la corriente.

Luis atenta contra lo que dicta una tradición no escrita, que indica que todos los corredores tienen que circular en el sentido de las manecillas del reloj. En otras palabras, Luis atenta contra el maldito sentido común, pero le vale madres.

Cada mañana, Luis flota entre la multitud, a veces languidona, a veces robusta, y se desplaza en sentido contrario a todos los demás. En Los Viveros de Coyoacán, Luis establece un carril imaginario, pegado a la derecha. A un costado tiene los pinos y abetos que le estorban cuando ya no hay campito para correr. Al otro, el río de corredores que, a diferencia de él, sí van como Dios manda.

Mientras corre a su ritmo, empapando su playera verde, la misma de siempre, Luis va buscando toparse con una mirada que lo intrigue. Quiere cachar a una chica que se pregunte por qué demonios está corriendo en sentido opuesto a todos los demás. Muestra su mejor sonrisa posible tras varios kilómetros recorridos e incluso baja la velocidad cuando encuentra un rostro que lo hechiza.

Pero nunca tiene éxito. Nadie lo pela, nadie lo observa, nadie le responde con la mirada. Nadie lo toca. La mayoría son chicas saliendo de los 20's y entrando a los 30's, derritiendo los excesos con el jogging y construyendo los tejidos que las dejen ser más sólidas en su figura. Ninguna lo fuma. Y Luis sólo quiere una sonrisa de respuesta que le dé entrada a una plática amigable, de corredores, de tratar de predecir juntos el clima del día y de compartir dolencias y calambres. Nada que no quiera cualquier mortal.

Quién sabe. Tal vez de esa plática podría surgir una empatía atroz que los lleve a tomar el jugo juntos, y por qué no, a desayunar. Luis anhela que esa química encienda y que su encuentro reditúe en una salida al cine, después a cenar, y con suerte... al baile. Pero primero la sonrisa. Y ésa no llega.

Cada mañana Luis llega puntual, a las 8, a comenzar su rutina. Calienta, por si acaso tiene caso, pisando hojas secas y contemplando cómo las ardillas se suben los árboles. Luis arranca a toda velocidad, exhalando furioso, en un intento por impresionar a los mujeres. Frunce el ceño para imprimirle más esfuerzo, y tiene cuidado en no limpiarse la nariz con la mano. Esquiva curvas peligrosas, escurriéndose entre los corredores y espoteando a alguna dama que le dilate la pupila.

Pero nunca sucede, ni sucederá. Es imposible, técnicamente. Su tristeza lo devora, sabiendo de antemano que está destinado a la soledad eterna, y a que nadie lo acompañe en su esfuerzo. A que nadie le encuentre la mirada, ni le sonría, ni le acompañe a tomar un jugo. A que nadie le acepte su invitación a desayunar, ni a cenar, ni mucho menos al baile.

En realidad no hay pierde.

Así era cuando estaba vivo.

#fixion

4 comments:

Marco said...

chido!!

Anonymous said...

Cuando corro en Viveros he visto a un par de "Luises" corriendo en sentido contrario, cómo me caen mal, sobre todo si aceleran! ja! pero tu texto me gustó.

Olivia P.

Anonymous said...

Como odio a esos "luises", me irrita porque yo voy a correr cansada y sudada y lo que menos quiero es que un tipo me este mirando, o estarle viendo la cara a un desconocido que da vueltas por ahi, no es un lugar para ligar. Es muy molesto ver esta gente que va a eso y te invade en un momento completamente personal.

Anonymous said...

que tonto luis que cree atentar contra el sentido común, si se corre hacia las manecillas del reloj además de no estrellarse con otros por regla es porque se opone mayor resistencia contra el viento. Creen que por ir al reves son diferentes pero los que vamos en el sentido correcto los odiamos, proque tenemos que estarles viendo la maldita cara, porque se estrellan, estorban, miran, acosan, solo van a molestar a otras personas en lugar de hacer ejercicio.