La conocí en un total estado de delirio y alcoholemia. Yo, no ella. De esas veces que no puedes hilar dos palabras. Bueno, esa noche no podía coordinar ni dos movimientos. En plena fiesta, me quedé dormido en su sala de tan burro, y momentos después vomité justo afuerita de su departamento. En una segunda ronda de guácara, rematé a la puerta de su hogar, mientras una de sus amigas me limpiaba el hocico gorgoreante. Una salida en hombros, casi heroica.
Afortunadamente, la vida te da revanchas. En este caso, a mí me dio oportunidad de disculparme, porque eso de que barnicen la entrada de tu departamento y de tu edificio no está nada cagado. Noche de juegos, noche de demostrar que no era el hijo del Capitán Cavernícola. Me comporté a la altura, con las únicas ganas de caer bien. Y caí bien, supongo. Tan bien que me pidió que le enseñara a usar Twitter. ¡Cuánto romance! La verdad es que para ese entonces no llevaba mano, y mi intención jamás fue la de apañar a la malagueña.
Pero las copas y los malacopas no se pueden detener, y tampoco las nuevas dinámicas con las que ahora nos apareamos los unos con los otros. En otro encuentro de fiesta, ahora los efectos nos pegaron a los dos. El detonante: Blackberries al centro, y un shot al que se atreva a tocar la suya por el motivo que sea (si la frase anterior fuera un albur, el sexo sería la cantera de Alcohólicos Anónimos). El primer beso fue casi una casualidad y la primera noche la dormí en el piso de su cuarto, lejos, muy lejos de tocarle aunque fuera la rodilla.
Tengo vagos recuerdos de aquella noche que fue todo menos romántica, aunque consolidó nuestro… ¿amorío? Para ese entonces no sabíamos nuestros apellidos, ni nuestras películas favoritas, ni cómo se llamaban nuestros papás. Pero eso sí, ya nos habíamos quitado el asco y la pena. Y sobre todo, ya teníamos nuestros pins de BB, que es lo más importante.
Chateando y cotorreando se nos fueron las semanas. Debo reconocer, al principio no pensé que fuera a pasar de un buen querer, y con el paso del tiempo, una buena amiga. Las pláticas por Blackberry no suelen ser muy profundas, y ni siquiera deben serlo. De hecho, las pláticas profundas por BB siempre acaban mal. Es como querer resolver algoritmos con calculadoras que venden en el semáforo: es imposible, pero si te sale, es de pura caca.
Y bueno, ésta salió. Después de un tiempo de letargo, nos empezamos a acompañar. Yo en Monterrey, ella en la Capirucha. A 900 kilómetros de distancia, a través de la BB, pero acompañados estábamos. A ella se le murió su abuelo, a mí me cometieron fraude sentimental. Ninguno de los dos sabía con quién hablaba del otro lado del PIN, y sin embargo, ahí estábamos. Tirando frases, compartiendo ja’s cada vez más extensos, contemplando que alguien está escribiendo un mensaje. En el fondo, añorábamos que ese otro estuviera más cerca, a una distancia en que el corazón pudiera tocarse y la señal no fallara. Por dos meses fue así y contra todo pronóstico, funcionó.
Funcionó… aunque todavía éramos dos completos extraños. Extraños conscientes de su condición, con harta disposición y con un background amistoso, lo cual no quita lo extraño. Así que después de meses de confiar en el roaming, decidimos conocernos. De adeveras.
Hoy, seis meses después de la primera pizza, puedo asegurar que ya la conozco. Bastante, bastante bien, a decir verdad. Le sé leer la cara mejor que nadie. Podría apostar lo que le hará reír y lo que le provocará un encabronamiento. Sé que vive en el quinto mundo y que unos besotes la hacen regresar. Que me trae loco. Y que tiene su propio lenguaje, que vibra con un abrazo y que hace que las cosas “difíciles” sean más fáciles que la tabla del cinco.
Sé que nos escribimos a diario, con un altísimo porcentaje de esas pendejadas que te hacen la vida más chingona. También entiendo que sin BB nuestra relación no sería igual, que somos dependientes y lo aceptamos. Que este fin de semana perdió su aparato y no nos hallábamos. Y que cuando me mandó su nuevo PIN todo volvió a la normalidad, en la que todo está poca madre.
Mientras nadie pierda su Blackberry.
Para Vadanita.
8 comments:
amé tu post, a mi me pasó parecido, aunque la distancia no era tan grande (sólo 260 km) un año después ya estamos en la misma ciudad y viviendo juntos. sin BB no hubiera sido posible, aunque parezca comercial
y a una semana del compromiso öficial¨ q paseeeeeen los novios!!! jajajaa
J.Briseño
Jaja... Aaaah q romáaantico...
El relato comienza en una onda The hangover y aventura en Las Vegas...y poco a poco se convierte en una chickflick..
Buen Post.
Nada mas cierto. Ahora que si se hubieran conocido en un cyberchat y no en una fiesta, ya estamos hablando de Tiempos Modernos
Me declaro fan de cómo escribes y de cómo relatas el amor dentro de un nuevo contexto y lo utilizas para cautivar a tus lectores.
Un saludo
Y yo que acabo de caer, tragándome mis palabras, en la dependencia BB.
Sabes el gusto que me da leerte otra vez. Abrazos!
jajajaj me encantó tu post, me hizo recordar cuando Luis te decía " a ver Mike, dile qué opinas de la bb"... y lo logró... heme aquí, con bb y en iusacell jaja no cabe duda que sí persevera y alcanza.
Linda historia :)
Linda, muy linda historia, sobre todo por que logro superar tanta distancia fìsica. En estàs cosas del amor todo se vale!
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