Hace poco más de una semana me conminaron a sacar todas mis pertenencias de la casa de Eugenia1259. Retaqué mi coche con cajas y bolsas para cumplir mi parte de una macromudanza que comenzó hace varios meses, si no es que años, con la cual abandonaríamos la casa que vio crecer a mi familia durante más de 40 años.
La mudanza empezó el día que murió mi abuelo. Al día siguiente de su partida, saqué todas sus corbatas y las repartí con El Arquitecto. Fue lo u.n.i.c.o. material con lo que me quedé de él. Todo lo demás vive en recuerdos y sentimientos en forma de envases. Mi abuelo no dejó gordas cuentas bancarias ni prósperos negocios. Pero tampoco dejó una sola deuda, conflicto o problema que mi abuela Marlene tuviera que heredar. Su gran herencia fue esa casa del Eje5 en la que todos vivimos en algún momento y que próximamente se convertirá en otro edificio más de la Colonia del Valle.
Alguna vez mi abuelo me contó de cómo adquirió esa casa, pero la verdad no recuerdo bien la historia. Se la compró a una señora, al mismo tiempo que adquirió una buena deuda que liquidó con los años. La compró cuando Eugenia no era el Eje5, sino una pacífica calle con un camellón que tenía palmeras, y en la que mis tíos, entonces chamacos, podían salir a jugar futbol contra la fachada de la casa. Un día el GDF inventó los ejes viales y adiós tranquilidad. Así la conocí, con el caos al pie de la ventana, desde donde vimos choques, asaltos, manifestaciones y hasta arrancones.
En Eugenia viví en dos distintos periodos, cada uno posterior a los dos divorcios de mi mamá (los dos, de mi papá). En ambos fui recibido con los brazos abiertos, tan abiertos que cupimos mi mamá, mi hermano y yo. De ahí salí para ir a la prepa y a la universidad. Ahí llevé a mi primera novia. De ahí salí para mi primer trabajo. Ahí experimenté crisis nerviosas excepcionales. Tomé, dormí y comí on a regular basis tantísimo tiempo. Si esa casa fuera libro, sería mi querido diario.
Pero como les decía, mi abuelo decidió que era hora de mudarnos el día que dejó este mundo. Y parece que todos estuvieron de acuerdo, porque poco a poco se dieron las cosas para que la transición fuera tersa. Primero se derrumbó (literal) el cuarto de servicio donde vivía Virgencita, y así tuvo que mudarse a su pueblo. Luego se murió Wendy, acostada en el garage, cuando ya no ladraba ni por error después de vivir los casi 16 años que mi hermanó le regaló al comprarla por equivocación afuera de la Comercial Mexicana. Y después apareció un buen comprador que dio tiempo para completar la mudanza emocional, la más difícil de todas.
Curioso caso el de Wendy, que ejemplifica perfecto la naturaleza de Eugenia1259. Fue un refugio para el desamparo emocional. Una fogata gigante para los que tuvieron frío en la vida. Así como nosotros, también le dio cobijo al tío Adel, hermano de mi abuelo, o al Güero cuando le tocaron las peores. Todos tocamos base alguna vez en Eugenia1259. Mi abuelo no la construyó, pero sí le permeó ese típico toque hospitalario del paisano, tan atractivo para almas ambulantes que buscan calor de hogar.
Ayer fui al nuevo departamento de mi abuela, quien así de repente, está convertida en la soltera más codiciada de la Del Valle. Me presumió su nuevo hogar como si tuviera 25 años y estuviera lista para organizar las pedas con sus amigas. Muebles remodelados o nuevos, una gran ubicación y luz, mucha luz. “Párate en la puerta y velo otra vez, ¿a poco no quedó divino?”. Me cae que sí.
Esa departamento es un digno sucesor de Eugenia1259. Tiene el alma de Afif, el toque de Marlene y el esfuerzo de toda la familia para que haya existido. Ahora toca disfrutarlo como se debe: volviéndolo a convertir en la casa de mi abuela… y en el hogar de todos.
Para no tener miedo a cerrar ciclos, y abrir otros nuevos.
La mudanza empezó el día que murió mi abuelo. Al día siguiente de su partida, saqué todas sus corbatas y las repartí con El Arquitecto. Fue lo u.n.i.c.o. material con lo que me quedé de él. Todo lo demás vive en recuerdos y sentimientos en forma de envases. Mi abuelo no dejó gordas cuentas bancarias ni prósperos negocios. Pero tampoco dejó una sola deuda, conflicto o problema que mi abuela Marlene tuviera que heredar. Su gran herencia fue esa casa del Eje5 en la que todos vivimos en algún momento y que próximamente se convertirá en otro edificio más de la Colonia del Valle.
Alguna vez mi abuelo me contó de cómo adquirió esa casa, pero la verdad no recuerdo bien la historia. Se la compró a una señora, al mismo tiempo que adquirió una buena deuda que liquidó con los años. La compró cuando Eugenia no era el Eje5, sino una pacífica calle con un camellón que tenía palmeras, y en la que mis tíos, entonces chamacos, podían salir a jugar futbol contra la fachada de la casa. Un día el GDF inventó los ejes viales y adiós tranquilidad. Así la conocí, con el caos al pie de la ventana, desde donde vimos choques, asaltos, manifestaciones y hasta arrancones.
En Eugenia viví en dos distintos periodos, cada uno posterior a los dos divorcios de mi mamá (los dos, de mi papá). En ambos fui recibido con los brazos abiertos, tan abiertos que cupimos mi mamá, mi hermano y yo. De ahí salí para ir a la prepa y a la universidad. Ahí llevé a mi primera novia. De ahí salí para mi primer trabajo. Ahí experimenté crisis nerviosas excepcionales. Tomé, dormí y comí on a regular basis tantísimo tiempo. Si esa casa fuera libro, sería mi querido diario.
Pero como les decía, mi abuelo decidió que era hora de mudarnos el día que dejó este mundo. Y parece que todos estuvieron de acuerdo, porque poco a poco se dieron las cosas para que la transición fuera tersa. Primero se derrumbó (literal) el cuarto de servicio donde vivía Virgencita, y así tuvo que mudarse a su pueblo. Luego se murió Wendy, acostada en el garage, cuando ya no ladraba ni por error después de vivir los casi 16 años que mi hermanó le regaló al comprarla por equivocación afuera de la Comercial Mexicana. Y después apareció un buen comprador que dio tiempo para completar la mudanza emocional, la más difícil de todas.
Curioso caso el de Wendy, que ejemplifica perfecto la naturaleza de Eugenia1259. Fue un refugio para el desamparo emocional. Una fogata gigante para los que tuvieron frío en la vida. Así como nosotros, también le dio cobijo al tío Adel, hermano de mi abuelo, o al Güero cuando le tocaron las peores. Todos tocamos base alguna vez en Eugenia1259. Mi abuelo no la construyó, pero sí le permeó ese típico toque hospitalario del paisano, tan atractivo para almas ambulantes que buscan calor de hogar.
Ayer fui al nuevo departamento de mi abuela, quien así de repente, está convertida en la soltera más codiciada de la Del Valle. Me presumió su nuevo hogar como si tuviera 25 años y estuviera lista para organizar las pedas con sus amigas. Muebles remodelados o nuevos, una gran ubicación y luz, mucha luz. “Párate en la puerta y velo otra vez, ¿a poco no quedó divino?”. Me cae que sí.
Esa departamento es un digno sucesor de Eugenia1259. Tiene el alma de Afif, el toque de Marlene y el esfuerzo de toda la familia para que haya existido. Ahora toca disfrutarlo como se debe: volviéndolo a convertir en la casa de mi abuela… y en el hogar de todos.
Para no tener miedo a cerrar ciclos, y abrir otros nuevos.
10 comments:
Me encantó este post!!! Cada lugar, cada casa tiene su historia.. ésta muy linda.
Así como te leo me veré, algún día (espero que lejano) tendré que cerrar la casa de mi infancia, actualmente casa de mis padres.
Espero en ese momento siempre mantener la vista hacia adelante.
Está increible, la cronografía es perfecta, el cambio se dió en el tiempo perfecto como siempre no hay plazo que no se cumpla, gracias a don Afif por que Eugenia 1259 fué un refugio para todos los Said.
Este cambio me recuerdan el nombre que se les dio a los cambios post comunismo en Europa del Este: las revoluciones de terciopelo. Este cambio se veía, y así fue para bien o mal, lento, de terciopelo.
Enhorabuena por el cambio.
Muchas gracias a todos por comentar y no olvidarse de este su viejo blog de confianza. Se posteará con mayor frecuencia, es un hecho.
Arquitecto, ponle nombre al departamento!!
Chanfle, un detalle que faltó, mencionar lo cerca que te quedaba el mercado 24 de agosto ¿¿¿??? jamàs lo olvidarè!!! jajaja
Qué bueno que escribiste este post y le diste voz a este cierre de ciclo, con tu experiencia periodística, pero desde el corazón.
Me ha movido mucho el proceso de tu familia y me ha impresionado la claridad con la que lo has retratado, desde hace años. Ahora, como te dije, te toca contárselo a tus nietos.
que bueno que ya posteas querido chanfle pues como dice un buen dicho a todo se acostumbra uno menos a no comer aun asi se siente feo cambiar una rutina que hacias diario es dificil el cambio pero pues todo es para bien te mando un fuerte abrazo salu2
Muchas felicidades por este post. Así viví yo también el dejar la casa de mis padres, donde crecí que no fue a causa de un eje vial sino del "error de diciembre del 95"
Pero a todo se acostumbra uno, menos a no comer como bien alguien puso debajo. Se aprende a perdonar los errores, a ver hacia adelante y buscar un nuevo lugar donde hacer la fiesta. Excusas sobran.
Me uno al duelo de ver caer el hogar, un duelo duro de sobrellevar, pero seguro algo bueno llegarà, suerte!
Por cierto me dio tal curiosidad que pase por el conocido eje y tome una foto mental para el recuerdo.
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