Entre 1988 y 1991, yo pasaba todas las tardes en casa de mi primo Omar, en la bellísima calle de Pitágoras. Y durante esos años, nuestra Biblia era esta película:
El pinche Karate Kid. Una de mis películas favoritas ever. Puedo verla una, y otra y otra y otra y otra y otra y otra vez hasta el pinche cansancio. Sé que desde el punto de vista del purismo cinematógrafico es una reverenda xalada, pero a mí me gusta, ¿y qué? ¿y qué?, y todavía más cuando tenía 8 años y era un escuincle bobo cuya única preocupación era la tarea y las tardes de futbol en casa de Omar.
Y desde que vimos Karate Kid, también se convirtieron en tardes de karate. Nuestras mamás nos consiguieron un maestro que iba a casa de Omar y ahí nos entrenaban para darnos nuestros chingadazos. ¿Y qué creen que hacíamos después de cada sesión? ¡A huevo! Ibamos a ver ooootra vez Karate Kid, de la cual, por repetición, nos aprendimos los diálogos y hasta el desarrollo de las escenas que imitábamos de manera alternativa. A veces Omar era Miyagi y yo Daniel-San. A veces yo Johnny y Omar era Daniel-San. A veces me tocaba Miyagi... and so on.
Es que Karate Kid tenía magia, la cual radicaba en que la historia se la podía apropiar cualquier chamaco de la edad. Daniel-San (Ralph Macchio) era un chavito enclenque, pendejo y miedoso. O sea, igual que cualquiera de nosotros. La historia del adolescente al que lo mudan a la de a huevo también es muy común, aunque yo no sé por qué se quejaba este guey, si llegaba de Nueva Jersey a California. Johnny y los Cobra Kai eran los típicos manchados que efectivamente existían (y existen) en cualquier lugar. E igual, qué ganas de romperles la madre.
Los personajes alrededor de Daniel-San también son reales, sí que sí. La jefa era a toda madre pero muchas veces impertinente y sobreprotectora. Ali (Elizabeth Sue) era una girl next door sabrosona, que si bien vivía en el barrio "de los ricos", tampoco era una top model con aire en la cabeza con la que ni siquiera se podía hablar. Y Miyagi (Noriyuki "Pat" Morita) nos dejó un legado que se resume en 2 cosas: el estereotipo del amigo adulto que te da el consejo ideal, y el apodo ideal para cualquier persona de rasgos similares (por favor, ¿quién no conoce a algún Miyagi?)
Todo eso, y sus escenas: el torneo, el lugar de las maquinitas, las secuencias de persecución, el soundtrack genial, la fiesta de disfraces (tengo ese pendiente: algún día iré de regadera a alguna fiesta de Inphi), las visitas a la playa y claro... la pelea final.
Bueno, con toda esa carga sentimental, hace unos días vi esto:
¿Por dónde empezamos?
A ver, yo no soy racista, de verdad que no. Pero... ¿qué no se supone que para hacer un remake, se deben conservar las condiciones esenciales de la versión original? ¿qué no en ese caso, el protagonista tendría que ser... blanco? Uy... perdón. Acabo de cometer una observación tal vez incómoda. ¿Qué los productores no se han dado cuenta que el protagonista es ¡¡¡negro!!!?
No importa que sea el hijo de Will Smith, no importa que sea the next best thing, me vale un soberano cacahuate. ¡Daniel-San es blanco, no mamen!
Luego, Jackie Chan. ¿Jackie Chan? Como bien me dijo Inphi el otro día, se supone que Miyagi te debe inspirar sabiduría, misticismo y templanza. A mí lo u.n.i.c.o. que me provoca Jackie Chan es ganas de pedirle que me traiga un California Roll.
Eso nomás con respecto a los protagonistas. La historia, o por lo menos lo que ponen en el corto, está de lo más pedorra. De entrada, el nuevo Daniel-San (sí, sí, ese negrito es Daniel-San, ¿pueden creerlo?) parece que no ha acabado ni la primaria, está bien mocoso. Entonces, ¿cómo le van a hacer para ponerle esa sazón sexualona que tenía la otra?
Otra, el cabrón éste se muda a Beijing. ¡No mames! ¡Quién chingaos no se va a quejar si se lo llevan a Beijing? Una cosa es ir de Nueva Jersey a California, y otra ir de ______ (pongan ahí la ciudad que quieran del mundo) a Beijing. Yo también estaría emputadísimo, ahí no hay dilema. Y luego ya los pinches métodos que nos adelantan para enseñarle Karate están muy fumados, el chiste con la original es que jamás te esperarías aprender una técnica de defensa personal después de lavar coches (wax on, wax off).
Tons... sí. Sí voy a ir a ver el remake the Karate Kid, que bien podría ser el Charales Kid. Sí, les voy a regalar mi dinero, porque no me puedo quedar con el gusanito de saber en cuánto más la cagaron. Pero iré con el ojo más crítico de todo México. Me niego a pensar que en algún lugar de este país hay un niño, como yo o como Omar, que tomarán esta nueva versión de Karate Kid para divertirse por la tarde. Y que en vez de fantasear con Ali van a fantasear con una chinita que todavía ni chichis tiene.
El pinche Karate Kid. Una de mis películas favoritas ever. Puedo verla una, y otra y otra y otra y otra y otra y otra vez hasta el pinche cansancio. Sé que desde el punto de vista del purismo cinematógrafico es una reverenda xalada, pero a mí me gusta, ¿y qué? ¿y qué?, y todavía más cuando tenía 8 años y era un escuincle bobo cuya única preocupación era la tarea y las tardes de futbol en casa de Omar.
Y desde que vimos Karate Kid, también se convirtieron en tardes de karate. Nuestras mamás nos consiguieron un maestro que iba a casa de Omar y ahí nos entrenaban para darnos nuestros chingadazos. ¿Y qué creen que hacíamos después de cada sesión? ¡A huevo! Ibamos a ver ooootra vez Karate Kid, de la cual, por repetición, nos aprendimos los diálogos y hasta el desarrollo de las escenas que imitábamos de manera alternativa. A veces Omar era Miyagi y yo Daniel-San. A veces yo Johnny y Omar era Daniel-San. A veces me tocaba Miyagi... and so on.
Es que Karate Kid tenía magia, la cual radicaba en que la historia se la podía apropiar cualquier chamaco de la edad. Daniel-San (Ralph Macchio) era un chavito enclenque, pendejo y miedoso. O sea, igual que cualquiera de nosotros. La historia del adolescente al que lo mudan a la de a huevo también es muy común, aunque yo no sé por qué se quejaba este guey, si llegaba de Nueva Jersey a California. Johnny y los Cobra Kai eran los típicos manchados que efectivamente existían (y existen) en cualquier lugar. E igual, qué ganas de romperles la madre.
Los personajes alrededor de Daniel-San también son reales, sí que sí. La jefa era a toda madre pero muchas veces impertinente y sobreprotectora. Ali (Elizabeth Sue) era una girl next door sabrosona, que si bien vivía en el barrio "de los ricos", tampoco era una top model con aire en la cabeza con la que ni siquiera se podía hablar. Y Miyagi (Noriyuki "Pat" Morita) nos dejó un legado que se resume en 2 cosas: el estereotipo del amigo adulto que te da el consejo ideal, y el apodo ideal para cualquier persona de rasgos similares (por favor, ¿quién no conoce a algún Miyagi?)
Todo eso, y sus escenas: el torneo, el lugar de las maquinitas, las secuencias de persecución, el soundtrack genial, la fiesta de disfraces (tengo ese pendiente: algún día iré de regadera a alguna fiesta de Inphi), las visitas a la playa y claro... la pelea final.
Bueno, con toda esa carga sentimental, hace unos días vi esto:
¿Por dónde empezamos?
A ver, yo no soy racista, de verdad que no. Pero... ¿qué no se supone que para hacer un remake, se deben conservar las condiciones esenciales de la versión original? ¿qué no en ese caso, el protagonista tendría que ser... blanco? Uy... perdón. Acabo de cometer una observación tal vez incómoda. ¿Qué los productores no se han dado cuenta que el protagonista es ¡¡¡negro!!!?
No importa que sea el hijo de Will Smith, no importa que sea the next best thing, me vale un soberano cacahuate. ¡Daniel-San es blanco, no mamen!
Luego, Jackie Chan. ¿Jackie Chan? Como bien me dijo Inphi el otro día, se supone que Miyagi te debe inspirar sabiduría, misticismo y templanza. A mí lo u.n.i.c.o. que me provoca Jackie Chan es ganas de pedirle que me traiga un California Roll.
Eso nomás con respecto a los protagonistas. La historia, o por lo menos lo que ponen en el corto, está de lo más pedorra. De entrada, el nuevo Daniel-San (sí, sí, ese negrito es Daniel-San, ¿pueden creerlo?) parece que no ha acabado ni la primaria, está bien mocoso. Entonces, ¿cómo le van a hacer para ponerle esa sazón sexualona que tenía la otra?
Otra, el cabrón éste se muda a Beijing. ¡No mames! ¡Quién chingaos no se va a quejar si se lo llevan a Beijing? Una cosa es ir de Nueva Jersey a California, y otra ir de ______ (pongan ahí la ciudad que quieran del mundo) a Beijing. Yo también estaría emputadísimo, ahí no hay dilema. Y luego ya los pinches métodos que nos adelantan para enseñarle Karate están muy fumados, el chiste con la original es que jamás te esperarías aprender una técnica de defensa personal después de lavar coches (wax on, wax off).
Tons... sí. Sí voy a ir a ver el remake the Karate Kid, que bien podría ser el Charales Kid. Sí, les voy a regalar mi dinero, porque no me puedo quedar con el gusanito de saber en cuánto más la cagaron. Pero iré con el ojo más crítico de todo México. Me niego a pensar que en algún lugar de este país hay un niño, como yo o como Omar, que tomarán esta nueva versión de Karate Kid para divertirse por la tarde. Y que en vez de fantasear con Ali van a fantasear con una chinita que todavía ni chichis tiene.
Pero peor aún: que ésta también tenga secuelas lamentables. No por favor.
Para el gran Omar y todas las tardes en Pitágoras.
4 comments:
chiale...un Daniel San morenazo no esta tan chingon...es como que si superman fuera obama o jordan...no mamsssss!!
HMI
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Ya te dije mi comentario, via chat. Aprecio que no me hayas juzgado, Chanfle San. Las veré pronto.
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