La llegada de Sony Entertainment Television marcó un antes y después de la tele en México. A partir de su aparición a mediados de los 90, series como Friends y Seinfeld comenzaron a tomar relevancia en las conversaciones de sobremesa, para luego destapar un boom de fanatismo exacerbado y provocar que, con el tiempo, la tele abierta comprara esas series y las transmitiera dobladas al español (es horrible, por cierto).
Sin embargo, una de las series que primero vimos en tele abierta y que no necesitó de Sony para incrustrarse en las mentecitas de pubers y no tan pubers fue la gloriosísima (pónganse de pie) Beverly Hillos nainoutuguanou. Curiosamente es a partir de los replays matutinos en Sony que me la he soplado de principio a fin nuevamente y he podido apreciar su espectacular decadencia.
BH pegó y pegó duro, sobre todo en los hombres. Los Dylans y Brandons en los salones de clase aparecieron como hormigas cuando cae un pan. Todo el mundo quería bailar como David Silver, y todos, todos sin excepción, delirábamos con Kelly y/o Brenda. A huevo. Era de esos programas que designaban apodos dignos y vergonzosos. A quien le tocara Steve Sanders era el cagadito y Donna era la fea pero buenota (la hija del productor, hay que recordar).
No sé en EU, pero en México, BH pegó porque representaba el ideal de un grupo de amigos guapitos y guapitas con interconexiones amorosas, pero fresonas (al principio. Luego medio se desataron, aunque jamás al grado de Melrose Place, eso fue como una orgía soft porn). Luego hubo temas dos tres moralistas, pero medio bien tratados, como cuando Brenda rescata un perro y por eso la encarcelan. O, ¿quién no recuerda el Donna Martin se gradúa?
Lo mejor vino cuando la serie se volvió más real. Kelly le bajó el novio a su mejor amiga y eso es muy real. Y hablando de realismos, Dylan era el máximo exponente. Un guey padrotón, pedote, ligador y con harto billete (lo menos real era que Luke Perry tenía como 40 años, pero bueno, lo compensaba). Luego le bajan su lana y se tira a las drogas. También sucede. La subtrama en la que la recupera está aventurera y la integración del bombón de Tiffany Amber-Thiesen también está chida porque es una zorra y, dicen por ahí, las zorras existen.
En algún momento desapareció Luke Perry y todo empezó a valer madres. Rellenaron con mil actores y actrices pero el decaimiento fue inevitable. Comenzaron a aparecer grupos "medio famosos" en vivo, y eso es un signo inequívoco de necesidad de primeros auxilios en una serie.
Hacia el final fue peor. Los guionistas, en sus últimos intentos por levantar el rating, hacía que BH pareciera más bien Duro y Directo. Pasaba algo gruesísimo en cada programa. Una vez secuestraron a Donna y a la otra semana mataron a un personaje secundario, con secuencias catastróficas en el momento, pero al otro capítulo como si nada en el Peach Pit.
Fueron, me parece, 10 temporadas de Beverly Hills. Y a pesar de la evidente decadencia de las últimas, ahí me tienen como burro en Sony viéndolas por las mañanas. Caray, la Amber-Thiessen, Jennie Garth y la maestre Kathleen Robertson son un excelente motivo para empezar bien el día. Lo único que me preocupa es que ya están en las últimas y van a volver a comenzar. Creo que me volveré a peinar como Brandon Walsh.
Para el maestro Aaron Spelling, la mente brillante de la que salió. Gracias viejo, cuepedé.