Jamás he adornado mi lugar de trabajo. A diferencia de la mayoría, considero que tener fotos de familiares, pósters de zapatería o cuadros coyoacanescos regalados por valentinas te distraen de la labor que realizas, porque la idea es que “siempre estés pensando en ellos”, cuando en verdad lo idóneo es que no pienses en ellos (o en la damisela del calendario de zapatería) y trabajes como Dios manda.
Luego de tres años y medio de peregrinaje en otras computadoras, por ahí del 2006 me asignaron un lugar propio. Y lo u.n.i.c.o. que he tenido como “adorno” desde entonces fue una impresión en vil papel bond de una frase de Thoreau, hurtada (ya lo he reconocido antes) del sitio del maestro Feben. Es la misma frase postrada en el cintillo de este su sitio.
Sin embargo, hace poco llegué a mi lugar y contiguo a la famosa papeleta, encontré el siguiente recorte:
Por si no se ve bien, dice: "Llaman a Briseño fatuo, petulante y megalómano". Lo primero que pensé fue que uno de mis tantos anónimos (as) que tanto me adoran (ja!) se había colado hasta lo más recóndito del búnker en el que laboro para dejarme en claro su repulsión en vivo y a todo color, muy al estilo del villano contra la Güitny Jiuston en The Bodyguard. O, de plano, a alguien de la redacción definitivamente le cagué y decidió movilizarse, manifestarse y dejármelo muy en claro con recortitos coquetos.
Creo que es un ejercicio sano caerle mal a la gente. Qué hueva me daría que todo el mundo estuviera de acuerdo con lo que digo, pienso o escribo (si fuera así, no podría protagonizar la Insoportable Necedad del Ser). En ese caso no habría mentadas, debates ni discusiones, el pan nuestro de cada uno de mis días. No concibo un mundo sin tener que convencer a alguien.
O sea, qué flojera ser Andy Mc Dowell, Morgan Freeman, Yuri, Andrea Legarreta, Tom Brady, Marco Antonio Muñiz, Gabriel García Márquez, Andrés Chitiva o Lula da Silva. Estos personajes pertenecen al conjunto de las "Moneditas de Oro". No conozco alguien al que le caigan mal los anteriores personajes. Los que no rompen un plato. Todo es perfecto, nadie les mienta la madre… no, no podría.
En un ejercicio de autocrítica, puedo decir que soy muy necio (pero muy muy necio), perfeccionista, orgullosón, aprehensivo, radical de mis ideas y descuidadote. No obstante. ¿Fatuo? ¿Petulante? ¿Megalómano? Remitámonos a la RAE:
fatuo, tua.
(Del lat. fatŭus).
1. adj. Falto de razón o de entendimiento. U. t. c. s.
2. adj. Lleno de presunción o vanidad infundada y ridícula. U. t. c. s.
Que sea necio no quiere decir que sea pendejo. Si le entro a los catorrazos verbales con alguien es porque creo tener un argumento, si no, mejor ni le hago. Además, como dice el Arquitecto, todos queremos tener la razón, la diferencia es que yo sí lo acepto. Ahora, presuntuoso no soy. Vanidoso… pues igual y un poco, aunque infundado y ridículo lo dudo mucho.
petulancia.
(Del lat. petulantĭa).
1. f. Vana y exagerada presunción.
Mismo asunto. ¿Presunción de qué? Rico no soy, no alardeo mis pertenencias porque son de lo más básico, y mi humilde hogar está constituido en un alto porcentaje de generosas donaciones. Petulante… ¡bah!
megalomanía.
(Del gr. μεγαλο-, de μέγας, grande, y μανία, locura).
1. f. Manía o delirio de grandezas.
No pss ahí sí no más no. La única grandeza que reconozco tener es la del trasero y la de la gran cabezota que me impide vestir gorras como yo quisiera.
Después de varios minutos disertando sobre el origen del desplegado en mi lugar (cabe destacar que el autor intelectual se tomó la molestia de ir a buscar el diurex correspondiente), llegó cagándose de la risa Andrés Cervantes, ejecutor del diseño y trend-setter de la redacción, para decirme: “¿Cómo ves güey?, Ta’cagado ¿no?”. Resulta que en alguna página del periódico se publicó esta cabeza contra el rector de la U.deG., creo, y pues quedaba bonito.
Ah que las hilachas, yo y mis teorías de la conspiración. Es que uno ya está tan siscado que ya ni sabe. En fin, al menos me dio algo qué postear.
Para los (as) que no salen del anonimato y le dan sabor a este blog. Son bienvenidos (as)… nada más no intenseen.