Wednesday, February 04, 2009

Sara (¿¿¿¿-2009)

Ayer me estacioné en la cuadra del Purgatorio porque fui al club a tomar mi primera clase de árabe. De regreso, planeé pasar a saludar a la tía Sara, dueña de la Fortaleza, el edificio donde estaba mi antiguo departamento. Desde lejos, su penthouse se veía extremadamente oscuro y tenebroso. Lo que nunca.

Toqué y toqué… y Sara no contestó. No había portero desde que corrió a Flocelo. Marqué su teléfono y tampoco. A los cinco minutos llegó un Grand Marquis con Elvirita, mi ex vecina. No me reconoció.

“¿Eres el ratero?”, me preguntó (Cuando Sara corrió a Flocelo, un tipo honesto y trabajador, lo acusó de robarle una joyas). No, Elvirita, soy Miguel Angel, tu vecino. “Aaaaah ya me acordé, cómo olvidarme de ti, perdóname, estoy atarantada porque murió mi hermana Sara. Venimos de dejar sus cenizas”.

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Cuando decidí salirme de Eugenia, no encontraba una renta decente. Todas por la Del Valle y Narvarte excedían mi límite de 5 mil pesos. Corrí la voz para que alguien me avisara de una ganga. Un día, mi tía Amira, hermana de mi abuela, me habló para decirme que tenía una amiga con un edificio, y que podía negociar con ella que me rentara un departamento a un buen precio. Sacó la cita, y “Mima” me dio una instrucción clara: “Déjame negociar”.

Nos abrió un conserje. Después me enteré que Sara le apodaba Weaverman… por pinche huevón (tenía toda la razón y era un gran apodo). Pidió el elevador, porque para subir al PH tenían que mandar el elevador (amo ese detalle de opulencia en los edificios) desde el piso deseado.

Cuando se abrió la puerta, ahí estaba Sara. Sarita. Chaparrita, gordita, más paisana que el kepe bola. “¿Quién es ese galán?”, fue lo primero que dijo. “Oh, estate que es mi sobrino”, replicó mi tía Amira. “Y a mí qué chingados me importa”, le regresó Sara

Como lo u.n.i.c.o. que me interesaba era que me dejara baras un departamento. Apliqué el viejo truco de la cercanía. “¡Tíaaaa!”. “Ay mi amor, claro que soy tu tía”. Desde ahí dije, ya chingué. 

Mima es una negociadora implacable y me consiguió justo el precio que quería. A Sara lo que le interesaba era contarnos sus historias. Fascinantes. Resulta que ella fue productora de cine en tiempos del “Indio”, Infante, Negrete, y demás pléyade de estrellas. Sara Matuk. Según nos contó, la única mujer en el negocio, y nadie se le resistía para hacer bisne. Algo así como la Dama de Hierro del cine mexicano. Se arrancó diciéndonos que Luis Buñuel fue testigo en su boda con un doctor muy honesto y trabajador, mexicano. Pablo Marín. Que llegó Buñuel y le dijo, “ay Sarita, qué bien te ves a tus 23”. Y que aquella le decía “Luisito, tengo 33”. “¡Caramba, pues qué bien cuidada estás!”.

Esa fue la primera de 348 veces que escuché la anécdota de Buñuel.

En resumen, le dije que mi hermano y yo llegábamos para adquirir independencia, y que la íbamos a respetar mucho. Ella, desde el principio, nos trató poca madre y nos dijo que nos iba a consentir (a su manera). Lo hizo. Aseguró que le íbamos a dar vida al edificio, que en ese momento sólo tenía ocupado los dos departamentos de sus hermanas, y uno más por una familia que llevaba los siglos. Tras nuestra llegada, rentó todos los departamentos.

Nos dejó el u.n.i.c.o. lugar fijo de estacionamiento del edifico para que nadie nos molestara. Ni ella, vaya. Su Cutlass rojo y su Sable gris tenían que ser movidos por el Weaver para que no nos molestaran. Cuando corrió al Weaver por Weaver, Flocelo (sí, Flocelo) se encargó de esa tarea.

Cada mes tenía que subir con mi renta y con un recibo para que me firmara de aceptado. Ella desde el día 1 (3 de marzo de 2007) me dijo que me daría un contrato para que lo firmara y así ella estuviera segura (nunca lo hizo). 

Cada vez que subía, se encargaba de contarme la anécdota de Buñuel, y una que otra nueva. Que tocaba la guitarra, que bailaba tablao. Que llegó virgen al matrimonio. Que no pudo tener hijos biológicos y que tuvo que ir a San Antonio para adoptar a Pablito. Que Pablito estudió a Harvard y que trabajó en la Ford para “relaciones estratégicas”, y que la Nissan se lo llevó por chingón.

Conforme pasaban las rentas, fui dándome cuenta de que era completamente infeliz. Hablaba maravillas de su hijo y de su nieta, como si se llevara con ellos. Luego supe que se peleó durísimo con él porque se casó con una chica que no era de su agrado, y a la que Sara le hizo groserías que provocaron que jamás volviera a ver a su nieta. De a tiro por viaje me presumía las mismas fotos de la nena.

También me enteré después que estaba peleada con sus hermanas. El motivo lo ignoro. Igualmente, siempre mentaba madres porque su sobrino le quitó la herencia de su hermano Halim. Y de tal o cual vecino por tal o cual pendejada.

O sea, estaba peleada con todos. Y sólo a nosotros nos quería.

Cuando murió mi abuelo fue muy imprudente en la misa, pues en vez de ofrecer condolencias o lo que sea, se empezó quejar de que le dolían los ojos. Me dieron ganas de… bueno, me enojó mucho.

Un día le avisé que mi hermano ya no viviría en el departamento. Y, coincidencia o no, comenzó a sentirse más triste. Ya no se arreglaba para nada, ni salía tampoco. Peleada con su hijo, sus hermanas, su portero y el mundo entero, Sara no tenía para dónde hacerse. Me pidió que le imprimiera el texto de mi abuelo, y que se lo dedicara. Lo hice. Yo creo que fue su manera de decirme que cuando muriera quería el suyo.

Desde que viví solo, ella sólo se fue en picada. Un día me dijo que desayunó bien (unas campechanas). Me prestó el libro de Thoreau de entre cientos y cientos que le había dejado su esposo.

El día que le dije que me iba me tuve que armar de mucho valor. Sabía que iba a llorar, pero yo no podía doblar, debía seguir bromeando con ella, siendo franco, siendo sincero y escuchándola, como siempre lo hice. Era el único que lo hacía. Me pidió que no me fuera del edificio, que me dejaba quedarme sin pagar renta, que era como su hijo y que me quería como tal. Yo le creía, y me dolía dejarla, pero no podía quedarme ya.

Le di muchos besos y le dije que nunca podría agradecerle lo mucho que me ayudó al alojarme en el Purgatorio con tal precio y todos mis privilegios. Bajé por el elevador y no regresé. Nunca hablé más con ella.

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Entre los que estaban en el edificio cuando llegué, me explicaron que murió en su cama, y que la encontraron un día después de muerta, probablemente por un derrame cerebral.

Esa es la razón biológica. Pero ella no se murió de eso. Se murió de tristeza, de depresión, de soledad. Se murió borracha de melancolía sin tomar una gota de alcohol, porque la friega derivada de la muerte de su esposo, siete años atrás, le dejó una cruda incurable. Nunca se pudo reponer. Nunca quiso reponerse.

La conocí malhumorada (nunca conmigo), malhablada, y mal arreglada. Pero me hubiera gustado conocerla antes, con su esposo viviendo. O muy de joven, cuando era productora. Debió ser una campeona, me queda claro.

Nunca me ha cabido la menor duda de que soy un tipo afortunado, afortunadísimo. Dios me manda la gente exacta para ayudarme cuando y como lo necesito. Lo hizo con mi abuelo, y lo hizo nuevamente con Sara. Cómo negar la evidencia de que me la mandaron desde arriba, si se murió el 2 de febrero de 2009.

Se murió en mi cumpleaños.


Para Sarita, que hoy estará en el cielo, finalmente con su esposo al que extrañó tanto.

9 comments:

Grt said...

Cito: "Era el único que lo hacía. Me pidió que no me fuera del edificio" a ver, en donde esta el error?

Saludos de un prepo lasallista a otro. Esta muy padre tu blog.

xosean said...

Qué fuerte

Anonymous said...

"Nunca me ha cabido la menor duda de que soy un tipo afortunado, afortunadísimo. Dios me manda la gente exacta para ayudarme cuando y como lo necesito"


Qué bendición que seas un tipo afortunado... pero aún más que te des cuenta de eso!

Abrazo.

Olivia

Anonymous said...

Llorar y llorar, pero por fortuna pude conocer a Sarita por el blog.
Lástima, se ve que era especial y que por lo mismo estuvo solita, ahora solamente espero que su hijo, a pesar de los pleitos, ayude a su hija a armar la imagen de la gran mujer que es su abuela y que por circunstancias del destino no pudo estar cerca de ella.
Un beso
P.d. Sarita debe estar platicando con Buñuel, q MARAvilla!!!

Anonymous said...

Llorar y llorar, pero por fortuna pude conocer a Sarita por el blog.
Lástima, se ve que era especial y que por lo mismo estuvo solita, ahora solamente espero que su hijo, a pesar de los pleitos, ayude a su hija a armar la imagen de la gran mujer que es su abuela y que por circunstancias del destino no pudo estar cerca de ella.
Un beso
P.d. Sarita debe estar platicando con Buñuel, q MARAvilla!!!

Anonymous said...

Entrañable. Bueno.

Plaqueta said...

No puedo dejar de imaginarme un capítulo de Seinfeld basado en todo esto.

Anonymous said...

RIP Tia Sarita.

HMI

*Pollito con papaas..papaaas* said...

Maldicion nose si ando sensible pero que historia tan triste y tan bonita a la vez..snifff.