Si de coleccionar se trata, todos tenemos nuestras mañitas. Mi hermano, por ejemplo, colecciona envolturas de M&M's. En su época, los Pepsilindros despertaron un furor inusitado, lo cual debo suponer, derivó en la manía de Roberto Salomón para juntar termos de todo tipo, desde los que regala Caribe Cooler en la playa, hasta los meramente turísticos como el que le traje del Empire State. Y hablando de terrenos un poco más peligrosos, hay gente que acumula corazones rotos y los cuelga como trofeos en su cuarto... ¿o no?
Sin embargo, no conozco colección alguna que despierte tanta emoción que el álbum Panini de cada Mundial. Debo dar crédito a mi compañero Luis Homero Echeverría (hoy metido en cobertura mundialista), quien me dijo que a él le tocó comprar el primero, publicado para el Mundial España 82, y que se compraba por planillas y se debía pegar con engrudo, al igual que el de México 86.
A mi me tocó desde Italia 90. Debo también aceptar, para burla de todos los lectores de este humilde blog, que a los 8 años era yo tan chayote que agarré mi Pritt y llevaba el 70% de mis estampas pegadas cuando me di cuenta que eran autoadheribles (abucheo como en salón de secundaria). Corregí entonces, y las pegué bien, obviamente con sus respectivos arrancones.
Del Estados Unidos 94 no recuerdo gran cosa, pero en Francia 98, con la gandallez de la prepa de puros hombres en LaSalle en todo lo alto, el arrebato estuvo al máximo. Para Cojón 2002, pensé que en la Ibero iba a acabar el furor, pero oh sorpresa que fue al revés. Adinerados gorilones de últimos semestres llevaban montones y montones de estampas dispuestos a cambiar 40 estampitas por las dos que les faltaba.
Para este 2006, juré y perjuré que en el Reforma iba a ser complicadísimo encontrar con quién cambiar, pero otra vez, oh sorpresa cuando vi que el clan de los diseñadores se armó hasta los dientes con cajas de sobres y que estaban generosamente dispuestos a entrarle al trueque.
Sea como sea, me di cuenta que tanto para mi, como para mi círculo social-familiar-amistoso, el álbum Panini es un deber religioso que se debe cumplir cada cuatro años. Es, en pocas palabras, el motor de cada Mundial. Da esa motivación extra para ver el Mundial, por si no fuera suficiente por sí solo. Llenar los espacios en cada equipo es la neta. Aferrarse a conseguir hasta el último jugador es la neta también. Por cierto, este es el primero que voy a llenar (me faltan la 91-200-320, gracias).
Y cuando pasen los años, y vean que en la edición de Italia 90 estaban tantos jugadores que hoy son técnicos, directivos o representantes, se van a atacar de risa, como Roberto Mancini de Italia y Gustavo Dezzotti de Argentina. Eso sí, prefiero decir que no llenaré este de Alemania, a pegar a Cuauhtémoc Blanco en las páginas de México. Critíquenme, me vale madres. Prefiero pegar a Juanito Meneses.
Por ello, salve oh Álbum Panini, receptáculo de risas, angustias y dinero bien gastado.
Sin embargo, no conozco colección alguna que despierte tanta emoción que el álbum Panini de cada Mundial. Debo dar crédito a mi compañero Luis Homero Echeverría (hoy metido en cobertura mundialista), quien me dijo que a él le tocó comprar el primero, publicado para el Mundial España 82, y que se compraba por planillas y se debía pegar con engrudo, al igual que el de México 86.
A mi me tocó desde Italia 90. Debo también aceptar, para burla de todos los lectores de este humilde blog, que a los 8 años era yo tan chayote que agarré mi Pritt y llevaba el 70% de mis estampas pegadas cuando me di cuenta que eran autoadheribles (abucheo como en salón de secundaria). Corregí entonces, y las pegué bien, obviamente con sus respectivos arrancones.
Del Estados Unidos 94 no recuerdo gran cosa, pero en Francia 98, con la gandallez de la prepa de puros hombres en LaSalle en todo lo alto, el arrebato estuvo al máximo. Para Cojón 2002, pensé que en la Ibero iba a acabar el furor, pero oh sorpresa que fue al revés. Adinerados gorilones de últimos semestres llevaban montones y montones de estampas dispuestos a cambiar 40 estampitas por las dos que les faltaba.
Para este 2006, juré y perjuré que en el Reforma iba a ser complicadísimo encontrar con quién cambiar, pero otra vez, oh sorpresa cuando vi que el clan de los diseñadores se armó hasta los dientes con cajas de sobres y que estaban generosamente dispuestos a entrarle al trueque.
Sea como sea, me di cuenta que tanto para mi, como para mi círculo social-familiar-amistoso, el álbum Panini es un deber religioso que se debe cumplir cada cuatro años. Es, en pocas palabras, el motor de cada Mundial. Da esa motivación extra para ver el Mundial, por si no fuera suficiente por sí solo. Llenar los espacios en cada equipo es la neta. Aferrarse a conseguir hasta el último jugador es la neta también. Por cierto, este es el primero que voy a llenar (me faltan la 91-200-320, gracias).
Y cuando pasen los años, y vean que en la edición de Italia 90 estaban tantos jugadores que hoy son técnicos, directivos o representantes, se van a atacar de risa, como Roberto Mancini de Italia y Gustavo Dezzotti de Argentina. Eso sí, prefiero decir que no llenaré este de Alemania, a pegar a Cuauhtémoc Blanco en las páginas de México. Critíquenme, me vale madres. Prefiero pegar a Juanito Meneses.
Por ello, salve oh Álbum Panini, receptáculo de risas, angustias y dinero bien gastado.
Para Toño, con quien he compartido la búsqueda de estampas en cinco Mundiales.
1 comment:
este tan bien será el primero a llenar carnalito, ya veremos que pasa y en efecto es un furor que te llena la vida, ya nos veo a los 50 cmabiándo estampitas con el pretexto de: ... es que mi hijo lo junta...; quizá lo mejor es la imagen de ahora un labregonsón que soy me dio un inmenso gusto estar parado frente a un niño como de ocho años que también compraba, la diferencia radico en: me da dos sobres del mundial y... me da 100 pesos de sobres...
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