El otro día, una amiga que lleva casada varias décadas, hizo una comparación con respecto a otra amiga mutua, que no está casada, pero que tiene una relación estable de varios años.
"Mi galán me ha regalado más flores en todos estos años, que su galán a ella en unos cuantos. Y eso que ni siquiera se han casado..."
Oh reflexión. La primera reacción fue la más obvia. Ah pero qué pinche hojaldra aquel guey, y además, tú tienes un reyzazo. Peeeeero... ya en un segundo análisis a solas, ya después del calor de la plática, la conclusión fue otra.
¿Por qué tienen valor los detalles? Pues porque hay una rutina dominante, establecida (muchas veces aburrida), y de repente irrumpe una acción sorpresiva, que desequilibra y a veces hasta conmueve.
Sin embargo, entre más seguidos son los detalles, más pierden su valor. Es su naturaleza ser esporádicos. O sea, mientras más aparezcan, más se parecerán a una rutina y no a un detalle. Si yo llevo chocolates un día, será un detallazo. Pero si los llevó otra, otra, y otra vez, ya no es detalle, y hasta pendejo salgo por aplicar la misma, a pesar de que el primer detalle tuvo éxito.
Entonces, ¿quién es más salsa? El que se aplica mucho y se esmera, o el que de vez en cuando pone una centella y se lleva las palmas a pesar de que en realidad es un oportunista.
La teoría diría que el primero, pero yo digo que en la práctica práctica, el segundo siempre es el ganón.
¿No?
Para los que hemos sido uno y otro en uno y otro momento de nuestra vida.
"Mi galán me ha regalado más flores en todos estos años, que su galán a ella en unos cuantos. Y eso que ni siquiera se han casado..."
Oh reflexión. La primera reacción fue la más obvia. Ah pero qué pinche hojaldra aquel guey, y además, tú tienes un reyzazo. Peeeeero... ya en un segundo análisis a solas, ya después del calor de la plática, la conclusión fue otra.
¿Por qué tienen valor los detalles? Pues porque hay una rutina dominante, establecida (muchas veces aburrida), y de repente irrumpe una acción sorpresiva, que desequilibra y a veces hasta conmueve.
Sin embargo, entre más seguidos son los detalles, más pierden su valor. Es su naturaleza ser esporádicos. O sea, mientras más aparezcan, más se parecerán a una rutina y no a un detalle. Si yo llevo chocolates un día, será un detallazo. Pero si los llevó otra, otra, y otra vez, ya no es detalle, y hasta pendejo salgo por aplicar la misma, a pesar de que el primer detalle tuvo éxito.
Entonces, ¿quién es más salsa? El que se aplica mucho y se esmera, o el que de vez en cuando pone una centella y se lleva las palmas a pesar de que en realidad es un oportunista.
La teoría diría que el primero, pero yo digo que en la práctica práctica, el segundo siempre es el ganón.
¿No?
Para los que hemos sido uno y otro en uno y otro momento de nuestra vida.
6 comments:
Cierto, aunque por otro lado, la experiencia me dice que los chispazos no desembocan en nada duradero. En cambio, lo que poco se valora por ser "constante" o "frecuente", al final es lo mejor.
Desde mi punto de vista... ammm.. que srá bueno decir, yo digo que los dos tiene su cierto encanto.
¿Qué tal cuándo alguien es constantemente detallista? Hay un punto de equilibrio... ni los mismos detalles, ni en el mismo lapso de tiempo... Como todo, requiere mucha experiencia y naturalidad, pero existen! me consta.
Los detalles no tienen que ver con tiempo, ni cuanto$, ni como. Los detalles nacen del corazon, cuando se vuelven rutina es porque no son verdaderos y eso cualquiera lo sabe. Las mujeres saben cuando es por culpa el detalle. Y los hombres no comparten cuando reciben detalles con sus amigos.
Los detalles no son una flor o un chocolate, son acciones. Yo conozco muchos casos que un ramo de flores, una caja de chocolates o una corbata carísima, esconden un sentimiento de culpa, entonces cuidado no sea que entre más grande sea el ramo más grande haya sido la falta.
Bri, no es el detalle lo que las mata, sino la sorpresa. La imaginación juega un papel determinante.
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