Antes de viajar a Chile en diciembre pasado, chateé alrededor de una hora con Hugo Contreras. Compañero de generación de Comunicación en la Ibero, Hugo se encontraba allá en Santiago estudiando alguna especialidad en estudios latinoamericanos culturales, o algo parecido. Me advirtió que el ambiente estaba de locos por la Final de la Copa Sudamericana, al grado de que los hinchas de Colo Colo golpeaban en la calle a todo aquel que manifestara su afición por la U de Chile, y en consecuencia, por el Pachuca. Tomé nota, apunté su teléfono y prometí hablarle para echar unas chelas. Por el ritmo vertiginoso de la cobertura, o por una u otra razón, no le hablé.
Hoy recibí un mensaje de texto de Juanito Meneses, un gran amigo mutuo, en el que me informaba de la muerte de Hugo debido a un cáncer de estómago fulminante que lo acabó en tres semanas. Tres semanas. Decir que me sorprendió la noticia es poco, y sería como menospreciarlo. Me dejó helado, estúpido, congelado.
Aquel chat no fue el último contacto que tuve con él. Semanas después lo ví afuera del Nemesio Díez en Toluca, junto a Juan, Paquis, María y Rocha, una banda con la que conviví cinco años haciendo trabajos, discutiendo nimiedades, planteando utopías y resolviendo el mundo desde la Fuente de la Ibero. Esa mañana le pedí perdón por no haberle llamado en Chile, y sin el menor problema, como siempre lo hacía, aceptó la disculpa y siguió sonriendo.
No conocí a Hugo, a Huguito, como lo hizo Juan u otras personas. Pero sí lo suficiente para saber que en verdad era una buena persona (y me canso que esto no es el típico hablar bien de los que se fueron). Hugo era brillante. Amante de la lectura, de la literatura rusa en particular, Hugo era un tipo estudioso, clavado en sus pasiones y mesurado en sus opiniones en clase. Presumía una memoria de lujo, que siempre sacaba a relucir en los famosos ‘papelitos’ con personajes impronunciables.
Pero más allá de eso, a Hugo lo recuerdo como una persona siempre sonriente. Siempre, sin excepción alguna. Cualquier comentario suyo iba seguido de una risa. De distintos tipos, pero risa al fin. Me acuerdo también que en los últimos días de su carrera, misma que acabó antes que yo, comenzó a sacar fotos en una cámara no digital a todos los miembros de la generación que pudo encontrar, incluido un servidor.
Hoy que Juanito me cuenta con pesadumbre su fugaz partida, me siento entre contrariado e impactado, con el pensamiento en stand by y el corazón atolondrado. No me queda más que unirme a la pena de su familia, de sus amigos más cercanos y de todos aquellos que lo conocimos y que disfrutamos alguna vez de su presencia, misma que extrañaremos sin medida.
Evitemos obviedades.
Hoy recibí un mensaje de texto de Juanito Meneses, un gran amigo mutuo, en el que me informaba de la muerte de Hugo debido a un cáncer de estómago fulminante que lo acabó en tres semanas. Tres semanas. Decir que me sorprendió la noticia es poco, y sería como menospreciarlo. Me dejó helado, estúpido, congelado.
Aquel chat no fue el último contacto que tuve con él. Semanas después lo ví afuera del Nemesio Díez en Toluca, junto a Juan, Paquis, María y Rocha, una banda con la que conviví cinco años haciendo trabajos, discutiendo nimiedades, planteando utopías y resolviendo el mundo desde la Fuente de la Ibero. Esa mañana le pedí perdón por no haberle llamado en Chile, y sin el menor problema, como siempre lo hacía, aceptó la disculpa y siguió sonriendo.
No conocí a Hugo, a Huguito, como lo hizo Juan u otras personas. Pero sí lo suficiente para saber que en verdad era una buena persona (y me canso que esto no es el típico hablar bien de los que se fueron). Hugo era brillante. Amante de la lectura, de la literatura rusa en particular, Hugo era un tipo estudioso, clavado en sus pasiones y mesurado en sus opiniones en clase. Presumía una memoria de lujo, que siempre sacaba a relucir en los famosos ‘papelitos’ con personajes impronunciables.
Pero más allá de eso, a Hugo lo recuerdo como una persona siempre sonriente. Siempre, sin excepción alguna. Cualquier comentario suyo iba seguido de una risa. De distintos tipos, pero risa al fin. Me acuerdo también que en los últimos días de su carrera, misma que acabó antes que yo, comenzó a sacar fotos en una cámara no digital a todos los miembros de la generación que pudo encontrar, incluido un servidor.
Hoy que Juanito me cuenta con pesadumbre su fugaz partida, me siento entre contrariado e impactado, con el pensamiento en stand by y el corazón atolondrado. No me queda más que unirme a la pena de su familia, de sus amigos más cercanos y de todos aquellos que lo conocimos y que disfrutamos alguna vez de su presencia, misma que extrañaremos sin medida.
Evitemos obviedades.
8 comments:
Caray... por ahí dicen que la muerte está tan segura de su triunfo que te da toda una vida de ventaja en esta carrera diaria, lo malo es que no sabemos donde está la meta. Si lo supiéramos podríamos apurarnos a hacer todas las cosas que tnemos pendientes. Le daríamos un beso a nuestra madre, llevaríamos a nuestro hijos la circo como nos pidieron la semana pasada, haríamos aquellas vacaciones en familia que llevan en stand by dos años, o simplemente le hablaríamos por teléfono a papá para ver cómo está. Pero no, no sabemos cuando caerá la bandera de cuadros y se nos olvida que hay dos tipos de hombres, los muertos y los que se van a morir, pero que también hay dos tipos de personas, las que viven y las que existen. Por eso hay que vivir hoy, no sólo existir.
Hay muchos q dicen q no le tienen miedo a la muerte.
Yo no le tengo miedo a la mía como tal, pero sí a la de seres cercanos (toco madera). Me considero lo suficientemente cobarde como para siquiera pensar en eso.
Desde que me di cuenta del nivel de pánico que me llevan a tener esos pensamientos, aprovecho mucho más a los míos.
:) te quiero mucho. Los papelitos... algo que no había pensado y que se suma a la lista de cosas que extrañaré.
Actualiza, ¿si?. Me gusta leerte.
la muerte es una carta de la loteria y ahi se keda, fin. ja
Realmente me dejaste fría, nunca había escuchado algo igual, no lo conocí, pero desde aquí van mis rezos de esta noche para él.
Mi abuelita murió hace unas semanas y tus palabras me llegaron. Su partida no nos dio tiempo, un día nos dijo “ya me voy”, al otro día enfermó, la siguiente madrugada sonó mi teléfono y dijeron que cumplió su palabra.
Ella se fue entre miles de flores, muchísima gente y una serenata, y ahora puedo decir que esa gran señora, que vivió conmigo 23 de mis 23 años, le dio la primera sacudida a mi vida, no sin antes dejarme el mejor ejemplo de amor, y sin duda ya la extraño sin medida.
By de way: cuando estaba más triste que nunca y nada me hacía reír te leí en “Visita Alcampo” y “Un conejo en mi camino” y volvieron mis carcajadas, eso te lo agradezco.
Ya actualiza!
Livier
Desde hace mucho quería escribior unas palabras para ti y para Huguito...
Estamos aquí de paso, y todos tenemos un tiempo para venir, ver, conocer y dejar lo que nuestro destino nos determina.
Afortunadamente para quienes lo conocían, dejó por lovisto muy buenos momentos y maravillosos recuerdos, qué mejor de alguien que parte antes que nosotros jóven y lleno de vida.
Eso me hace pensar en lo que realmente somos, en lo que tenemos que aprender a vivir con lo que tenemos, con la gente que día a día nos regala una sonrisa, que nos da las gracias, que nos da los buenos día...
Cuántas cosas hermosas nos da la vida!
Nosotros hay que regalarle un poco de lo que somos siempre, mañana...tal vez ya no pase nada!
Un abrazo fuerte para ti y para los que Huguito dejó marcados con su risa, con su recuerdo, pero sobre todo con su vida.
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