Monday, April 30, 2007

U.N.I.C.O. : El Blog de México

Nació como una válvula de escape. Se convirtió en una fábula de vida. En la que todos (o muchos) nos proyectamos al opinar. Ya sea coincidiendo o discerniendo. O atacando. A los malos hábitos de la indiferencia o al maldito síndrome del “Bofo” Bautista (si los balones no le llegan al pie, ni los pela). Aunque todavía hay muchos que se resisten a los encantos de la firma. Algunos nunca sabrán lo que se siente hasta que no tengan un blog. Y vean qué gratificante es que te opinen de lo que escribes. O lo frustrante que es escribirle al aire. Aunque el aire te diga mucho más que mil palabras. O comments. O clicks. O cualquiera que sea la medida del éxito de un blog. Aunque este blog no se hizo para llenar formularios de simpatías (¿Me podría complacer con una canción –opinión-?). Porque como dice don Miguelito, uno nunca queda bien. Entonces, lo mejor es soltarla como viene, sin filtros. Aunque la peor censura es la que se impone uno mismo. Inconscientemente. O consciente. De que si dices lo que realmente piensas puedes herir a cierta gente. Entonces mejor la mides, sin perder autenticidad. Dirían en mi pueblo, siendo políticamente correcto. Aunque casi nunca lo logres. Porque si buscas las palabras correctas para decir la verdad, lo u.n.i.c.o. que podrás escribir son mentiras. Lo u.n.i.c.o. . Y no pasa nada, sino todo lo contrario. Porque aquí se dice lo que se piensa y no se piensa lo que se dice. O más o menos. Pero es que estamos hartos de los extremos. Buscamos matices. Porque nadie los busca. O nadie quiere encontrarlos. O porque es más fácil ver todo en blanco y negro. Y porque se relaciona el gris con lo mediocre, cuando mediocre es quien no ve todos los tonos de grises. Porque no hay uno solo. No hay un u.n.i.c.o. gris que todo lo ve, sino un u.n.i.c.o. blog que quiere ser feliz. Gracias por existir.

Pamí. Post 100 de u.n.i.c.o.

Tuesday, April 17, 2007

Ode to my mother

En el Purgatorio hay dos tipos de días: los que gozan de la visita de mi mamá y todos los demás.

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La fecha en el rinconcito de la pantalla dice 2 de febrero de 1985. A la proyección de la fiesta le antecede un carrusel de fotografías de una mujer presumiendo su barriga al lado de sus tías, primas, padres y amigos. Ya estando afuera el chamaco, lo carga pa'todos lados. Nunca salen juntos el niño, la joven y su esposo, aunque sí el bigotón con su hijo modelando el mismo traje de baño Marsol a rayas.

Comienza el audio de la película, y nada sale de los cachetes del niño más que órdenes y berrinches. Ni siquiera a su mamá le habla con mucha dulzura que digamos. Eso sí, no se le despega ni para soplarle al méndigo pastel, que por supuesto, es una cancha de futbol con un América-Cruz Azul montado sobre merengue verde (faltan cuatro años para que el niño sufra la primera de tantas decepciones en Liguilla contra las Águilas, pero mientras, hoy le muerde la cabeza a un monito... digamos, por puro regocijo, que es Carlos Seixas o el "Cheché" Hernández).

La fiesta transcurre tal como todas las celebraciones infantiles deben hacerlo. Los niños están asustados con una banda de monigotes que se hace llamar "El Gorila Hugo y su Pandilla", y que con actitud trata de remediar lo impactante de sus disfraces. Mientras, los adultos están de hueva, probablemente pensando en ponerle whisky a las gelatinas que reparte la mamá.

Por cierto, la mamá es omnipresente/potente. Regaña a un niñito que no quiere bailar, baila para que el festejado baile, saca a bailar a la tía que le huye a la bailada y mira cómo su esposo se hace monumentalmente pendejo para no bailar. A final de cuentas es su fiesta. Incluso ella misma la pagó.

El video contratado incluye entrevistas al final del partido, digo, al final de la fiesta. Y obviamente, entrevistan al festejado. ¿Cómo te la estás pasando Miguel Angel? (A ver pendeja, ¿cómo crees que me la estoy pasando?) Intuyendo el martirio que sufriría 20 años después como profesional, se cobra una venganza anticipada haciéndosela ver negra a la conductora del video. "Bien". A ver chiquito, mamá te ayuda. Se repite la pregunta. ¿Cómo te la estás pasando Miguel Angel? "Muy paaaaadre (muy paaaadre, repite el escuincle), vinieron mis amiiiiiiiigos (mis amiiiiiiigos), mis priiiiimos (mis priiiiiiimos)..."

Nadando entre regalos, el niño disfruta la tiranía que ejerce sobre su madre y la detiene ante cualquier desaparición, por efímera que ésta sea. Es 2 de febrero y tiene mucha más manga ancha de lo normal. Y eso no es poco.

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He visto ese video decenas de veces, tal vez cientos. Cuentan las leyendas de la abuela que como yo nunca tenía suficiente, y como era un berrinchudo, mimado y mamuco de lo peor, la única forma de calmarme era poníendome a ver la película de mi propia fiesta de 3 años. Me la sé de memoria. De verdad, con todo y diálogos.

Son muchas las cosas que viven en mi mente y que tienen su génesis en ese video. La más importante, sin duda alguna, es la influencia y la importancia que mi mamá tiene en mi vida. Hoy ella fue a una entrevista de trabajo, por lo que me toca darle recomendaciones y consejos. Una ironía monumental, tomando en cuenta que, en pocas palabras, mi mamá es la escultora intelectual de mi vida, con éxitos y fracasos.

En el Purgatorio hay dos tipos de días: los que gozan de la visita de mi mamá y todos los demás. Si tuviera alfombra roja, con ella forraría mi departamento en los primeros.


Para G.M.T.S.G.

Wednesday, April 11, 2007

Mas fuerte que el olvido

No soy bueno para las despedidas. Cuando suelo despedirme de alguien, significa que la estoy pasando bien con él(lla). De lo contrario no es despedida, sino un simple recurso tribunero. Por ello, las despedidas deadeveras, de ésas que duelen, no están hechas para mí.

Hoy acudí a la misa de Huguito y atestigüé cómo una madre despedía a su hijo forrada en lágrimas pero también enmicada por una fortaleza admirable. Ví también a Juanito Meneses despedir a su amigo como nadie lo hubiera podido hacer, construyendo un discurso que le salió del alma y que sedujo lágrimas de mis ojos para que salieran a pasear. Al resto de la audiencia también le pareció conmovedor.

Antes, durante el sermón, el padre hiló una serie de ideas que en verdad me hicieron meditar: el agua es más fuerte que el viento porque lo apaga, el viento es más fuerte que el agua porque detiene corrientes, el hombre es más fuerte que el viento porque se le impone, el dolor es más fuerte que el hombre porque lo abate, y el olvido es más fuerte que el dolor porque no hace más que llevárselo.

Palabras más, palabras menos, eso dijo el cura, quien advirtió que hasta ahí llegaba el hinduísmo. Luego luego añadió: los católicos sabemos, además, que el amor es más fuerte que el olvido, porque es lo que hace permanecer a las personas que se nos han ido.

Ah cabrón. Suelo ser un incrédulo de los discursos, pero éste sí me agarró. Y no por ser precisamente un devoto católico, sino más bien porque estoy firmemente de acuerdo. No hay nada que nos permita recordar mejor a los que se han ido (no necesariamente al cielo), que amarlos. Tener presente lo que nos hizo vibrar de ellos, lo que nos cautivó y nos atrapó, al grado de poder llorarles.

En ese amor también va inherente un permiso para desprendernos. Es requisito obligatorio para el amor. El que dice que ama y se aferra, sólo se ama a sí mismo. Aquí entra el reminder de que soy malo pa'las despedidas. Malo al principio, porque de que chillo, chillo. Sin embargo, creo que he logrado desprenderme lo necesario de quienes se han ido como para seguirlos recordando con sus gotas de amor correspondientes.

Ando melancólico y qué. Sólo así me podré desprender de esta necesidad de inyectar un poquito de solemnidad a u.n.i.c.o. para luego regresar a lo mío, lo mío, que es el sarcasmo. El sarcasmo y el "cariñito"... aunque algunos crean lo contrario.

Para los padres de Huguito. Gracias por enseñarme a decir punto y aparte.

Monday, April 09, 2007

Puntos suspensivos

A partir del post pasado en el que honramos la partida de Huguito, tengo presente la afición de Livier por u.n.i.c.o. Siempre es fascinante descubrir cómo se puede aterrizar en la mente de alguien que ni siquiera conoces y alegrarle la vida cuando el momento está como para aventarse a un barranco, como narraba a partir de la pérdida de su abuela.

Lamentablemente, el negro no se quiere ir de este su blog consentido. Al deceso de Hugo y de la abuela de Livier se une la de un personaje que hace poquito me conmovió como pocas veces un ser lo había conseguido.

Doña Jimena Lobo, quien intempestiva y alegremente accedió a hacerse cargo de la tutela de Chaco antes Tonto, me informó este domingo que el animalín pasó a mejor vida, así nomás, sin avisar.

No pretendo, ni de cerca, equiparar la pérdida de un familiar o amigo a la de un conejito, pero de que pega, pega. El muchacho aguantó mucho, se hizo famoso en la portada de Cancha, se hizo popó en cada suelo que pisó, y por razones que aún desconocemos con certeza, dijo que tanto ajetreo ya había sido suficiente.

Me encantaría cambiar el tono de u.n.i.c.o., un espacio dedicado a la burla de uno mismo y las ridiculeces que nos rodean, pero por el momento, el sarcasmo está guardado en el tercer cajón de mi clóset.


Para quienes han llorado la muerte de una mascota.

Monday, April 02, 2007

Huguito

Antes de viajar a Chile en diciembre pasado, chateé alrededor de una hora con Hugo Contreras. Compañero de generación de Comunicación en la Ibero, Hugo se encontraba allá en Santiago estudiando alguna especialidad en estudios latinoamericanos culturales, o algo parecido. Me advirtió que el ambiente estaba de locos por la Final de la Copa Sudamericana, al grado de que los hinchas de Colo Colo golpeaban en la calle a todo aquel que manifestara su afición por la U de Chile, y en consecuencia, por el Pachuca. Tomé nota, apunté su teléfono y prometí hablarle para echar unas chelas. Por el ritmo vertiginoso de la cobertura, o por una u otra razón, no le hablé.

Hoy recibí un mensaje de texto de Juanito Meneses, un gran amigo mutuo, en el que me informaba de la muerte de Hugo debido a un cáncer de estómago fulminante que lo acabó en tres semanas. Tres semanas. Decir que me sorprendió la noticia es poco, y sería como menospreciarlo. Me dejó helado, estúpido, congelado.

Aquel chat no fue el último contacto que tuve con él. Semanas después lo ví afuera del Nemesio Díez en Toluca, junto a Juan, Paquis, María y Rocha, una banda con la que conviví cinco años haciendo trabajos, discutiendo nimiedades, planteando utopías y resolviendo el mundo desde la Fuente de la Ibero. Esa mañana le pedí perdón por no haberle llamado en Chile, y sin el menor problema, como siempre lo hacía, aceptó la disculpa y siguió sonriendo.

No conocí a Hugo, a Huguito, como lo hizo Juan u otras personas. Pero sí lo suficiente para saber que en verdad era una buena persona (y me canso que esto no es el típico hablar bien de los que se fueron). Hugo era brillante. Amante de la lectura, de la literatura rusa en particular, Hugo era un tipo estudioso, clavado en sus pasiones y mesurado en sus opiniones en clase. Presumía una memoria de lujo, que siempre sacaba a relucir en los famosos ‘papelitos’ con personajes impronunciables.

Pero más allá de eso, a Hugo lo recuerdo como una persona siempre sonriente. Siempre, sin excepción alguna. Cualquier comentario suyo iba seguido de una risa. De distintos tipos, pero risa al fin. Me acuerdo también que en los últimos días de su carrera, misma que acabó antes que yo, comenzó a sacar fotos en una cámara no digital a todos los miembros de la generación que pudo encontrar, incluido un servidor.

Hoy que Juanito me cuenta con pesadumbre su fugaz partida, me siento entre contrariado e impactado, con el pensamiento en stand by y el corazón atolondrado. No me queda más que unirme a la pena de su familia, de sus amigos más cercanos y de todos aquellos que lo conocimos y que disfrutamos alguna vez de su presencia, misma que extrañaremos sin medida.


Evitemos obviedades.