Quería dejarlos con la bella imagen de mi embarazo, pero ayer fue un día fuera de serie, digno del recuerdo y no quería irme sin compartirlo. (Anticipo que es un poco largo, pero pues como no escribiré en 2 semanas, pueden echárselo por partes si quieren. O si no, pus no. Al gusto ¿no?)
Resulta que entre el amable ventarrón en CU el domingo, y la genial ocurrencia de quitarme la playera el lunes en el Purgas después de correr entre pingüinos y osos polares que ya se comieron a las ardillas en los Viveros, el martes amanecí con una sensación de que lo mejor hubiera sido no hacerlo.
Cuerpo no cortado: roto, hecho trizas. Para entrar al esófago, mi saliva tenía que pagar una caseta carísima a mi garganta, como la más choncha de la Autopista del Sol y con retén y toda la cosa. Y con el SPV encima, teníamos el toque final de dramatismo.
Al filo del mediodía mi agenda apuntaba acudir al Estadio Azul. El bello sol recargado en mi carota terminó por machucarme la poca energía que me quedaba. Acto seguido tenía considerada la llegada del prócer futbolístico César Luis Menotti a un hotel adyacente al WTC. La cita, según, era a las 3. Pues 3:30, 3:45, y se me ocurre preguntar. Psss no joven, llega hasta las 8. Me lleva.
Siempre he pensado que las máquinas de cobro automático en los estacionamientos son el invento más chingón del mundo porque me parece una tortura tener a un individuo (o individua) encerrado en una casetita leyendo el Libro Vaquero (o el TV Notas) esperando a decir cada 5 minutos ‘son 2 pesos’. So, hago mi pago previo de 18 pesos, inserto el boletito, la pluma no se levanta, y como si nada hubiera pasado. Justo lo que necesitaba, complot tecnológico en mi contra. Me lleva (otra vez, porque ya me había llevado).
Alzo la mano desde mi coche solicitando la ayuda de un esperpento con radio en mano, el cual lo hace sentirse entre James Bond y Sherlock Holmes. ‘Psss dígame señor’. Oiga, es que metí mi boleto y no se alzó la pluma. ‘Psss aquí dice que no lo ha insertado… (yo inserto, tú insertas, vosotros insertieis)’. O sea, ¿me está diciendo que no metí mi boleto?. ‘Psss es que va a tener que hacerse a un lado y proceder a hacer el pago en las oficinas’. ¿Qué parte del ya pagué no me entendió?, no pienso volver a pagar. ‘Psss a ver, permítame (toma el radio) tenemos un 33 aquí, y no funciona…’
Ya saben que no me gusta decir groserías, pero chingada madre. Yo con la gripe aviar encima, y este guey con su 33. Llega su superior. Mismo ritual, mismo radio, misma pinta, poca más autoridad, mucha más desesperación. ‘Psss dígame caballero’. Metí mi boleto y no se alzó la pluma. ‘Okei, psss déjeme ver si el sistema registró el pago (Si ya le funcionó a Bartlett, ¿por qué a él no?)’. ¿Cree que me estoy haciendo pendejo por 18 pesos? ‘Psss no pero no puedo dejar salir ningún vehículo sin pagar (traducción: efectivamente cree que me estoy haciendo pendejo)’. En fin.
A esperar. Después de 20 minutos de espera, una actividad tan sencilla como salir de un estacionamiento ya me había tomado 40 en total. Me bajo el Avispón para ver qué pasa, y me topo con Sherlock Bond. Disculpe, ¿qué están haciendo para resolver el problema? ‘Psss ahorita que venga el supervisor (sin verme a la cara y que me prendo. Para mula, mula y medio)’. ¿Cómo se llama? ‘Alberto’. ¿Alberto qué?. ‘Psss no sé’. ¿Es su jefe y no sabe cómo se apellida?. ‘Psss no’. ¿Oiga y baila bien?. ‘Cómo que si baila bien…’. Sí, ¿baila bien?
Alberto lo salvó de perder por nocaut el duelo de mustios (me lo llevé por decisión unánime). Verificaron mi pago, según esto (yo creo que los desesperé), y me dejaron ir. Y como Menotti era más tarde, había que acudir al doctor a la de ya.
Mi mamá es un amor, y me había sugerido ir con una doctora que está junto al mercado para que me curara como a ella le curó la gastritis (¿será?). La referencia era que estaba junto a la funeraria (ejem… sí). Pero el costo de pedirle consejo a mi mamá es recibir llamadas suyas cada 2 minutos y medio para ver si ya lo hiciste. Y cuando al fin ya lo hiciste, te habla cada 1 minuto 15 segundos para ver si ya hiciste el siguiente paso recomendado.
Llego a la farmacia. ‘Ecodoctor. Consultas por 20 pesos’. El local de al lado decía ‘Inhumaciones’. Pues cómo no, qué buena ubicación y no creo que sea coincidencia. Había un guey con pants y una monita con bata. Asumo que es la doctora y le empiezo a contar mis penas mientras mi cabeza revienta. La chava tiene pinta como de personaje de Laura en América. Pago mi consulta y paso al consultorio.
Vienen las preguntas de rigor. Mientras, examino el espacio de 5 x 5 que debió ser el garage de la casa en la que se construyó la farmacia (glup). ‘Okei, psss vaya a pagar sus medicinas a la caja y viene conmigo para que lo inyecte (el psss está de modísima).
Voivengo. ‘Descúbrase’. Chingá, cinco años de universidad, otros cinco de chambear y ésta me pide que me descubra frente a ella… pues está cabrón. Oiga, le confieso que soy medio coyón para las inyecciones, espero que tenga buena mano. ‘Ah síiiiii, no se preocupe, aunque… ¿nunca se enferma usted verdad? Nel. ‘Ah pssss entonces sí le va a doler un poquito’. Perfecto carajo. ¿Cómo duele menos, acostado o parado?. ‘Psss acostado’. Va que va.
Me pongo en posición pseudo fetal. Abrazo la pseudo cama por abajo y yo creo que si la pensaban desarmar alguna vez, con el apretón que le dí a las tuercas ya será imposible. ‘Psss viene el piquetitooooo’. Y que me comprimo todito. ‘Ay… ¿le dolió?’. No, la verdad no tanto. ‘Ahhh, qué bueno, porque se tapó la jeringa y lo voy a tener que inyectar otra vez…’
No me joda. Ya ven que a mí no me gusta pensar mal y ya ven que no soy vanidoso. Pero qué pinche curioso que nuuuunca le había pasado esto y debuta en las pifias con el guey de la gran retaguardia. Ni modo. Quén pompó, quén pompó traserito quén pompó.
Viene la segunda llamada, otra compresión y ahí siento que la penicilina o whatever entra en mi ser. Y duele un chingo. Como que me entumió la gracia. ‘Ya se puede cubrir’. Sí claro, después del agasajo que te diste ya no hay pedo ¿verdad?. Yo creo que debí cobrarle 20 pesos.
Sea como sea, el piquete y el piquete bis me quitaron la molestia de inmediato. Comencé a sudar como marrano pero me sentí mejor. Y le llamo a mi mamá. Oye, ¿con qué clase de curandera me mandaste mamá? ¡La cagó en la inyección y tuvo que repetirla! Y como mi mamá vive para burlarse de mis desgracias, con la cínica carcajada se avienta la de… ‘psss a cuál farmacia fuiste…’. Noooooooo. ¡Pues a la que tú me dijiste!
Ya sin saber a ciencia cierta si fui a la que me había sugerido o no, me dispuse a regresar al trabajo para luego ir con Menotti. Pero afortunadamente me exoneraron y me dieron banderazo de salida. Graciájadió. Acto seguido llegué a mi casa, y me pusieron sleep por 12 horas para luego escribir estas líneas. Mi nalga derecha ya no duele y mi gargante ya sólo cobra peaje simbólico.
Dios los libre de estos males, de los nacos, y de las inyecciones. Y más aún de las inyecciones fallidas.
Para Sandrita, la mejor doctora vía SMS.
6 comments:
Ni te hagas q los piquetitos te encantan.
Al menos ya es un bálsamo el post, después de tanta jalada de embarazos en los que lo único que concluí es que Mele era el que quería hacerte un hijo.
Par de......
presumido,,,,, ni que estuvieras tan bueno
La proxima vez que te inyecten flexionas la pierna en cuestión, casi tocando el talón con la nalga. Te lo firmo: así no duele. Yo, por las noches, la hago de enfermera.
Zaz!
Pues por lo menos espero y no te vayas enfermito a tu viaje, no es lo mejor que le puede pasar a uno.
En fin, tu madre tiene toda la razón, reirse de las desgracias ajenas está a toda madre, así que bien por la señora Tere y por la de la farmacia...y también por la pluma, sin esos factores tus patoaventuras no existirían y las Mikeaventuras tampoco...
Jajaja, que pex con las viejas lanzas anónimas.
Todos sabemos que el Miguelón tiene buena pompa, pero ya pa expresar sus dotes de enfermeras, qué barbaridad!!
Miguel, yo que tú, me aventaba eh :)
Amor espero estes teniendo un buen viaje, ya escribe....
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