Thursday, April 07, 2011

Quiero ver cómo llegas

El paso del tiempo es cabrón. No cabrón de que espante, al menos a mí no. De hecho, me gusta la sensación de haber recorrido camino y poder voltear patrás y decir, quióbole, la vereda estaba ruidosa y aun así la caminé, con raspones y todo.

Pero sí, el paso del tiempo es cabrón, porque a muchos se nos olvida que sólo pasas una vez por aquí y se nos van quedando pendientitos. Desde, ‘ay, se me olvidó ir por las tortillas’ hasta ‘ay, se me olvidó ser feliz durante 10 años… Dios, ¿sí de favor le podrías apretar el reset?’.

Traigo la reflexión ante ustedes porque hoy mi Tío Luis (alias el Chaparrito) cumple 60 años, y sobre todo en el pasado, cada 7 de abril le hacía burla de que ya estaba betabel. Y él me respondía con una frase que me desarmaba de volada en mi chacoteo: “Pues sí, pero quiero ver cómo llegas tú, chaparrito”.

Tótótómala.

En mi vida han predominado las figuras maternas, pero en el rubro paterno la triada la componen el gran Afif, mi querido tío el Arquitecto, y el Tío Luis. De los dos primeros ya he escrito, y hoy completo un ciclo en ese sentido.

Mi Tío Luis es hermano mayor de mi papá. Ante el divorcio de mis padres, mi tío decidió por voluntad propia adoptarnos a mí y a mi hermano como parte íntegra de su pequeña familia, constituida por su esposa Isabel y mi prima Julia, recién matrimoniada y conocida en el bajo mundo del Twitter como @LaChuleBri.

Mis tíos batallaron un rato para concebir a la Chuletas, y no hubo chance de que les llegara un varón. Sin embargo, por elección decidieron arropar a los bodoquitos Briseño Said, que en ese entonces estaban en su incipiente niñez y adolescencia.

Y cuando digo arropar, lo digo literalmente. Jalaba parejo con nosotros pa’todos lados. Mis primeras visitas a la playa en carácter de desmadre fueron con él, en el lejano 1993. En dicho viaje por carretera a Ixtapa, el huracán Calvin arremetió contra el hotel Pacífica, y en las habitaciones, entre la lluvia y el cotorreo la pasamos a todos mecates.

Toño, Pepe, mi tío Luis y yo jugábamos dominó cada noche. Cabe destacar que yo tenía 11 años, y mi educadísimo reloj biológico me decía a las 9pm que ya era hora de jetearse… aunque la partida apenas comenzaba. Entonces yo batallaba con las mulas, y con las mulas de mis primos que me vacilaban ante mi cabeceo de micro en Periférico. Al otro día, por supuesto, me levantaba 6am y me gané, a mucho orgullo, el legendario apodo de Mr. O’Clock.

El día que arreciaron las lluvias, mi tío salió al balcón quesque en su espíritu aventurero, y mis primos y yo le cerramos el balcón, nomás de maloras. Una vez pasada la broma, mi tío, bañado en su ropa, su cartera y en su orgullo, nos la cobró quitándonos el presupuesto personal para desayuno y comida, y lo teníamos que recuperar… jugando dominó. Así era y así es mi tío. Me dio muchas, pero muchas lecciones de vida por experiencia, haciéndome saber que tus actos tienen consecuencias, para bien o para mal.

Recorrimos la República por carretera. Fuimos a Tequisquiapan, a Ixtapa enemil veces, a Acapulco, a Vallarta, a Cancún y a Monterrey… por carretera. Mi tío me enseñó a manejar. Descalzo y con toda la familia a bordo, a los 13 años. Órele, al ruedo y sin temblar. También me enseñó a compartir, aunque él se excedía un poquito cuando a huevo quería que un helado lo roláramos entre todos a pesar de las babas, nomás paque probáramos la guanábana o alguna extravagancia para mi paladar, educado a la McDonald’s. Si mi tío me cobrara la lana que me pagó en colegiaturas, tendría que vender mi coche, toda mi ropa y empezar a conseguir recursos con cuerpomatic, porque nomás no me alcanzaría. Gracias a él seguí estudiando, así de fácil. Y qué qué, qué qué, también tenía pa’mis chuchulucos.

Pero a pesar de todos las experiencias que he vivido con él, lo más importante que me ha regalado es el sentimiento de ser parte de una familia. De saber que perteneces, que alguien se preocupa por ti y que te considera como suyo. Supongo que esa sabiduría te la dan los años. Hoy tengo 29 y me faltan como 31 años para llegarle a los talones. Cuando tenga 60 haré una evaluación de cómo me va en la vida.

Y como dice él: quiero ver cómo llego.

3 comments:

Anonymous said...

Wow! qué te puedo decir...se lo deberías de leer. Todo lo que te pueda decir aquí va sonar de un lado x ser yo LaChule pero, me encantó eso que pusiste que sobre todo nos ha enseñado a compartir (aunque los externos sigan viendo nuestra forma de compartir la comida de forma rara) y el sentir que somos parte de algo, nuestra gran familia.

Vadana said...

Un post directito del corazón y sólo te puedo decir que me rayo!

Gallo said...

Buenísimo!

Me recordó a mi padre que siempre me quiso enseñar a comer nieve de guanábana!

Nunca entendí la fascinación por ese sabor.

Muy bueno, felicidades!