Wednesday, May 12, 2010

Boom

Por un lado, Julia le escribe cartas a una amiga que jamás ha visto en persona. Le cuenta cómo la cocina se convirtió en su fascinación al buscar una manera de no perder el tiempo mientras su esposo hace labores diplomáticas. Años después, Julia le enseña a cocinar a medio Estados Unidos.

Por otro lado, Julie abre su blog para escribirle al infinito y demostrarse a sí misma que es capaz de completar una tarea. Llueven comentarios, se hace famosa, y después alguien la pesca y se hace una película basada en su historia basada en el libro que escribió Julia.

En el tercer lado del cuadrado estamos mi abuela y yo, echados como vacas en su cama, después de comer un huarache y una gringa, con la película doblada porque Marlene no distingue bien los subtítulos, y en particular yo, con la consigna de explicarle bien bien qué es un blog.

Por último está la tele, que nomás habla y habla y habla.

En todas estas historias, el común denominador es que nadie conoce el destino exacto de sus palabras y sus actos. Mi abuela está bien físicamente, su molestia está en el alma. Han pasado 54 años desde que se casó con mi abuelo, y 2 desde que él murió. Considero absolutamente imposible dejar de hablarle a alguien con quien pasaste tanto tiempo. Aquí peleaban y no eran grandes platicadores entre sí, según entiendo. Mi abuelo era el locutor, y mi abuela reía. También organizaba, mandaba y ahorraba. Ahora es Marlene la de la voz, sin aparente receptor.

¡Pero cómo criticar a mi abuela de hablarle a Afif, si yo escribo cada post sin saber exactamente quién me lee! Manifestarse en internet es un acto de tecnología, salpicadito de fe. ¿O acaso todos tienen certeza de quién leerá sus posts, tweets y gritos en la red?

En las últimas semanas he escrito miles de palabras en una cajita que han encontrado alojamiento en una mente de la que no tenía mayor certeza. Uno que otro dato, por aquí, por allá, nada más. Y fui descubriendo que esa mente estaba conectada conmigo de una manera inexplicable. Mientras más palabras caían, más nodos se entrelazaban. El cero y el uno, el cero y el uno. El uno y el cero, y el uno para el otro.

Las ideas pueden ser más fuertes que las experiencias. Pero más cuando éstas corresponden a la realidad, y de tan reales se vuelve irreal.

No se necesita tener enfrente a alguien para hablarle desde el corazón, con la verdad. Como Julia, como Julie o como mi abuela, que por distintos medios pasaron y pasan dedicándole horas a una devoción intangible. Al final hay una razón gigantesca que no se toca nunca.

Pero que sí se siente... y mucho.

3 comments:

Miranda Hooker said...

Y que entrarle, así de cierta como intangible, hace toda la diferencia en la vida. Le da sentido. Se hace presencia.

gabs said...

Muy bueno!!!

M!k said...

Todas las cosas dichas, no dichas y por decir flotan y seguirán flotando por espacios intangibles, esperando llegar a la persona indicada. ¿Por qué dejar de hablar con la persona con la cual compartiste gran parte de tu vida? ¿Simplemente por el hecho de que ya no este físicamente a tu lado?