La escena es como de salón lleno de niños regañados. Todos viendo al cristal, sin voltear a sus lados por favor. Cuando llegué, varios ya se habían rendido y optaron por aplicar la de los brazos en el pupitre y frente en los antebrazos. Son las 3 de la mañana y nadie los culpa. Algo han de haber hecho.
Esto ocurre en un segundo piso, pero para llegar a él, todos pasamos aduana en la planta baja. Para pagar el arancel, tuve que voltear el menú a la versión en inglés. Aquí como no hay libras, no hay cuarto de libra (me recuerda al yuca: si pisa el césped será consignado, si no, no). Lo cual me deja de dos sopas, doble con queso o Big Mac. Ya ni pregunté si sabían hablar inglés, porque siempre responden lo mismo. A litoul (los pendejeas, pero siempre te entienden y hablan lo suficiente como para sacarte del apuro). Me llevo la Big, papas grandes (verdaderamente grandes, desbordándose del cucuruchín) y jugo de uva que es color naranja.
Regreso a la escena en el segundo piso. Me impresiona ver a todos ensimismados, cada uno en una actividad peculiar: un señor lee el periódico con la boca abierta (es el primer lugar al que llego y no compro el periódico. Obvio, no entiendo ni madres), tres ninjas escriben mensajitos, una geisha con chonguito tiene los dedos entrelazados y está metida en el castigo, otro señor escribe en una carpeta, y dos más contemplan el horizonte. Y claro, peculiares porque se trata de un McDonalds a las 3 de la mañana. En sábado.
Y si digo que algo han de haber hecho, es porque seguro ellos sintieron lo mismo que yo al ver la letra Más reconfortante cuando la cartera aprieta más que la tripa en horas extra (no hay M con curvitas en mi teclado). Yo regresaba de… bueno, iba de vuelta a mi hotel cuando me crucé con la M de Miguel Angel. Ellos, aplanando la nariz donde estuvo la McTeriyaki, seguramente estaban en condiciones mucho más deplorables cuando se rindieron.
De repente me dan ganas de vivir aquí. En serio. No tan bravos como en Madrid, no tan vivitos como en Roma, no tan secotes como París. Pero igual de patrióticos que los madrileños, de hospitalarios como los romanos y de extravagantes como los parisinos. Y fashion, muy fashion (Eso sí, también feos, muy feos).
Ya sé que otra vez la burra al trigo, pero, ¿por qué no podemos ser tantito así? Sólo tantito, como dicen por ahí, nada más la puntita. No son perfectos (de hecho son algo tiesos a la hora del desmadre), pero intentan serlo. Y no le ven nada de malo.
Estoy seguro que ellos se inventaron esa frase mamilona de que todo cabe en un huequito sabiéndolo acomodar. En todo el país hay 127 millones, y su territorio es menor al de Chihuahua y Sonora juntos. En México hay 105 millones. Y se los juro, por lo que más quiero, que no se ven apretados. Ocupan literalmente cielo, mar y tierra. Están cabrones. Su infraestructura es bárbara, su orden es religioso y su disposición es de tiempo entero.
De pronto, llega un señor vestido de gris, e interrumpe la contemplación del escenario. Uno a uno va avisando algo (o despertando, casi con cariño de abuelito, si es necesario). A mí también me lo dice, pero… yep, no entiendo ni madres. Todos se dirigen a un tercer piso. De la chistera me saco una puntada al señalar hacia arriba. Brillante y dificilísimo de pronosticar. Pero se repite el patrón. Uno pendejea y ellos te callan el hocico. Opstéeees. Toma paloma, hawk y chango tu banana.
Yo mejor me bajó. Acabé mi cena y vine a escribir. Por cierto, estoy en Japón. Y aquí lo pronuncian Macatónado.
2 comments:
Ya hasta escribes como japanese. No te entendí el 40% del post.
Ya tienes nueva sobrina.
uórale!!! qué requeteinternacional!!!
buen viaje... seguro conseguirás millones y millones de buenas historias...
besos, e.
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