Tuesday, March 27, 2007

Un conejo en mi camino


No soy una persona sutil. Más bien soy torpe. O mejor dicho, bruto. Y con aderezo de pendejo.

La anterior oda a la autoestima viene a colación porque el lunes por la tarde recibí la noticia de que viajaría a Pachuca para hacer una sesión de fotos con el "Chaco" Giménez, un futbolista que metió tres goles el domingo pasado. Y para darle un twist interesante a la entrevista, a alguien se le ocurrió disfrazarlo de mago... con todo y conejo.

Ajá. Un conejo de verdad. Entonces, alrededor de las 14:30 hrs. llegó a la redacción Angelito Guevara con una caja como de cajita feliz, pero con mascota incluida. Al abrirla, encontré un tierno conejito, casi aterrorizado con el claustro que padecía, con piel blanca y ojos rojos dignos de maquillaje del Exorcista.

La primera reacción generalizada fue el tipiquísimo "aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaay, qué liiiiiiiiiiiiiiiindoooooooooo". Pero una vez digerida la ternura, todos se olvidaron de que el conejo en verdad estaba vivo y que había que trasladarlo sano y salvo hasta Pachuca. Y ahí, justo ahí, apareció el inefable Inphi con sus brotes de conscienzudo para hacerme sentir como el Ecoloco combinado con el Destroyer.

"¿Ya le dieron de comer? ¿Y agua? ¿Y se lo van a llevar en la caja? ¿Cómo? A mí se me murió uno así eh..." Carajo. Sólo le faltaba exigir vales de despensa e Infonavit para el mentado conejo, a quien debido a mi coraje interno, tuve que llamar Tonto. Conejo Tonto.

Total que me salgo al jardincito de la plaza de enfrente mientras salía Guevara, y aquí es donde reconozco mi nula habilidad. Quien me conoce debe saber que soy especialista en tropiezos, caídas, derrames líquidos, chichones causados por falta de medición con los techos, quemaduras y golpecitos en codos y rodillas (¿ya saben cuáles?). Tonto es una bola de pelos que cabe en la mitad de mi mano, así que mucho control sobre él... no tenía.

Zarpamos a Pachuca y Tonto se hacía bolita en el piso del coche. Ya había tenido la experiencia de ver morir a un gallo en mi casa (sí, un gallo), así como la pena de tenerle que explicar a mi carnal de 9 años que un gallo en un jardín de casa se tenía que morir tarde o temprano. Dichos fantasmas aparecieron en el Avispón, y Guevara como si nada. "Es su naturaleza", decía el fotógrafo. Sí como no guey.

Para fortuna de todos, Tonto llegó vivísimo a la casa del "Chaco" y se comportó a la altura de las circunstancias. Chequen la edición del martes 27 de Cancha, y verán que hasta se dio el lujo de posar para la lente de Angelito. Como gran final, nuestro macabro plan incluía la fuga dejando a Tonto en menos de los niños del "Chaco" para que lo disfrutaran de lo lindo. No contábamos con la astucia de su esposa, que en pocas palabras le dijo al delantero: "Se queda el conejito o te quedas tú". Ni hablar.

Voy al Sanborn's a mandar mis notas, y ahí otra vez apareció Inphi y su pinche espíritu de Greenpeace. ¿Cómo está el conejo, ya le diste de comer? A ver cabrón, o mando tus notas o alimento conejos. Me aprovecho de la mesera y le pido un vaso de lechuga, de ésa que le ponen a las flautas. Ya de regreso, Tonto se durmió, no sin antes cagar mi coche. Llegamos a México y aún no sabíamos qué carambas hacer con él. Me dice Angelito, "en mi casa es el conejo o yo". Ay sí guey, ya es moda ¿no?.

A final de cuentas Tonto llegó al Purgatorio y pernoctó en mi regadera. Rodrigo, un amante hipócrita de los animales, me pregunta: "¿Qué es eso?". Me recordó a los pendejos pendejos. Es un ornitorrinco con alas, burro, pues qué va a ser.

Y al otro día, el acabose. Ví la publicación y Tonto me mató al lucir erguido dentro del sombrero del "Chaco". Eso, y que se contrató una abogada ambientalista que tiene influencias sobre mí, pues... fue una dupla mortal. De manera multilateral, decidí adoptar a Tonto. Y de paso, cambiarle de nombre. Ahora es Chaco antes Tonto. Válgame Dios, yo con mascota. Una vez más, que Dios nos agarre confesados.


Para Christian Giménez y la maldita hora en que decidió anotar tres veces.

Thursday, March 22, 2007

Visita Alcampo

ADVERTENCIA: El contenido de este post puede resultar ofensivo para ciertas personas. Bajo aviso no hay engaño, luego no digan que pervierto.

City Express, nada. Turotel, tampoco. Holiday Inn, menos. Fiesta Inn, Real de Minas, Flamingo's Plaza. A la media noche del sábado 17 de marzo en Querétaro, ni un pinche hotel tenía habitaciones disponibles. Pinche puente de Benito Juárez, pinche concepto de "turismo colonial", pinche todo. Bueno, ni un cuartito en la bodega de intendencia. Y Etzel y yo, cansados, cortados y malcomidos, estábamos al borde del delirio. La u.n.i.c.a. era aventarnos el tiro hasta México después de haber viajado toda la mañana hasta San Luis y de regreso hasta la cuna de la mentada Corregidora. Pues que nos jalamos. Pero a los dos kilómetros, el paraíso.

Flanco derecho de la carretera, un letrero. "Hotel Alcampo". No Al Campo, ni Ocampo. Alcampo. Cuatro estrellas. ¿Nos clavamos? Con ojos de borrego con ganas de hacer una maestría en barbacoa, Etzel da el volantazo. Me bajo a preguntar si hay habitaciones dobles. "Pues no hay dobles, pero hay dos con camotototas grandotas cada una". Perfecto, deme dos.

Regreso al coche y para entrar al estacionamiento nos topamos con una pluma y una cabinita como de automac. Dos Big Macs y un Sundae por favor. Antes de soltar mi burrada, una voz como de infomercial de Goicoechea nos dice, “Buenas noches, para esta noche tienen asignados los cuartos 116 y 119, que tengan buena estancia”. Carajo, ni cuando iba de chiquito a la casa de mis abuelos.

Entro al cuarto y me deslumbra un letrero que reza: “El precio de este cuarto es de $310.00, no se deje sorprender. Máximo 3 personas (2 mujeres y 1 hombre). Aaaaaaah, o sea, sólo se permiten fantasías masculinas. Me gusta este lugar. La cama mide más que el ancho del Azteca y es cubierta por una colcha más áspera que los codos de mi hermano. Y como cabecera aparecen dos plataformas, como podios, pero de laminita blancuzca con foco adentro. Hagan de cuenta un mostrador de Suburbia, pero gigante. Poca madre.

Prendo la tele y qué creen. Yeap. Y mal plan. En el Venus Channel la escena la roban dos señoritas muy cariñosas entre sí, muy tiernas. Una se avienta la puntada de decirle a la otra: “Hay, es que me gustan los hombres, pero no hay como hacérselo a mi amiga”. Estremecedor. Cambio de canal y llega el Playboy TV. Un barbón sacude a una jovencita sonriente. Le dice: “No te traje de Brasil para que te bombearas al jardinero”. No manches, hasta crítica social tienen esos gueyes. Qué creatividad.

Con todo y el repertorio cultural, caí como tabla por tanto trajín. Despierto al otro día y paso al shower room. Otro letrerito: “Usted debe encontrar un jabón, un champú (sic), una gorra de baño y un preservativo. Si no encuentro uno de esos accesorios, pídalo en recepción. Estamos para servirle”. Gracias carajo, primer mundo chingao.

Salí fresco como lechuga y al toparme con Etzel concidí en que posiblemente el Alcampo debe estar rankeado en el Top3 moteles de México. Voy a la recepción. ¿Todo bien señor? Carajo, como Dios manda. Recojo factura y a la salida volteo y veo: “Contamos con Internet de alta velocidad y business center”. No, bueno, de haber sabido nos ahorramos el recorrido por los hostalitos donde buscamos inicialmente y caemos directo Alcampo. A la próxima hasta voy a mandar mi crónica de ahí. Pura inspiración.


Para todos los hoteles de Querétaro. Aprendan ojetes.

Friday, March 16, 2007

La guerra que nunca ganaríamos

Etzel Espinosa es una de las pocas ‘buenas personas’ que conozco en este planeta. Y lo pongo entre comillas, porque la ‘buena persona’ es un concepto en peligro de extinción, sobre todo si tomamos en cuenta otras especies que más adelante describiré ampliamente. El caso es que escuchar una narración de la vida de Etzel (apodos: Nextel, Telcel, Pretzel) es escuchar una narración de la mía. Somos extremadamente parecidos en cuanto a fisonomía, debilidades sentimentales y cantidad de pendejadas que decimos, y en la cobertura en Houston que recién termino, lo he confirmado.

Prestábamonos mi carnal y yo a cenar en McDonald’s, pero estaba cerrado. Sin embargo, a unos metros de distancia estaba un Wendy’s cuyo único servicio era por medio del Drive Thru. ¿Nunca se habían cuestionado si está prohibido ir a pie y pedir por el Auto-Mac (ya es un genérico, como los kleenex o el pritt)? Yo, por lo menos, jamás he visto un letrero que diga “Prohibido pedir en el Auto-Mac como peatones. Evítese la pena de ser retirado a grito y sombrerazo”. Pues que Etzel y yo nos formamos atrás de tres automóviles, Llegaron un par de morenas en otro más y una vez acomodadas detrás de nosotros en la fila se cagaron de risa. Esperamos turno, y cuando nos disponíamos a ordenar, la señora de origen hindú que atendía el Auto-Mac espetó… “No no, just Drive”.

O sea, cómo. ¿Acaso en el país en el que hasta el gato demanda a su dueño no es eso discriminación? O sea, ¡cómo! ¿No puedo pedir si no traigo coche? ¿Dónde dice que no? “What’s the difference?”, pregunté. “B-Y-E”, recibí como escueta respuesta. Pues váyase al carajo usted y sus 17 hijos, le dije en secreto (y peores bendiciones). Siendo las 12:30 am, y yo muriéndome de hambre, sus argumentos me parecieron paupérrimos. ¿Motivos de seguridad? Claro, mis dos patas corren más rápido que cualquier coche, claro. ¿Normas de la empresa? ¡Carajo! Ahora resulta que mucha pinche ética…

En fin. Del coraje, comencé a declamar en contra de esa especie que tanto me abruma, me agobia y me molesta. Es… la “gente pendeja” (sí, como las “buenas personas”, otra especie). Etzel recordó una anécdota con un tío, que le contó que algún trovador (Milanés, Cabral, da igual, todos cantan lo mismo con diferente sonsonete) dijo en algún discurso previo a una de sus canciones que la guerra a la que menos podría entrarle, sería a la guerra contra los pendejos. “Son un chingo, qué miedo”.

Cuánta razón. Imagínense si los pendejos decidieran tomar por fuerza el control del mundo… nada más por número estamos jodidos. Son mucho más que los chinos, y además son pendejos. Alrededor de 70 por ciento de la población mundial es pendeja. Neto es un problema. Seamos sinceros, ¿cuántos pendejos hay en sus respectivas familias? ¿Cuántas veces han dicho, ‘no, no le hables a ese güey, es un pendejo’? Ya no digamos en el trabajo. “Ahí viene ese pendejo”. O en la calle, “¿Por qué no te fijas pendejo?” Es que de verdad no lo hemos hecho consciente, pero es un problemón del tamaño del mundo.

Ahora bien, como mi convivencia con pendejos es tan constante, he desarrollado una gran sensibilidad para detectarlos a mi alrededor. Y como son tantos, encontré la necesidad de clasificarlos. He aquí unos cuantos tipos (abarcar todas las categorías es imposible, son como los peces):

- Pendejo necio: Es el más peligroso. Todo el mundo sabe que es pendejo, menos él, y actúa como si no lo fuera. Es imposible pedirle explicaciones de las cosas. La mema no le da para eso. Huyan, de verdad, lo más rápido y lejos que puedan.

- Pendejo de ocasión: También se le conoce como Pendejo transitorio. En el lenguaje coloquial, es hacerse pendejo. “Oigan, ¿quién se gastó la lana que estaba guardada aquí?, Era para la renta…”. Sopas. Ahí entra el pendejo de ocasión.

- Pendejo yo-lo-sé-todo: No confundir con el pendejo necio. Éste es más odioso. No le ganas una. Oye, el otro día fui a Houston… ahí entra. “Sí, pero no has ido a San Antonio, ahí sí está padre porque…”. Oye, yo ya comí caca. “Sí, pero yo ya comí con cebolla y sabe más rico…”. Un verdadero papanatas.

- Pendejo cagado: Te ríes de él, más no con él. Causa risa, pero ni de chiste lo integrarías a tu grupo. Eventualmente te termina hartando. Normalmente pululan en las fiestas. Tienen muchos amigos, pero a la vez ninguno.

- Pendejo pendejo: Tiene frases implacables, como: oye, se me perdieron mis llaves. “¿Dónde las dejaste?”… Pendeeeeejo, si supiera no estarían perdidas. O, fui al cine a ver Titanic. “No manches, ¿viste cómo se hundió?” No pendejo, ahí me tapé los ojos. Es que de veras…

Así me podría seguir. Son tantos y tan… pendejos. Y viven en todos lados, no porque vayan a EU o Europa vayan a creer que se van a librar de ellos. Yo me topé a una que trabaja en un Wendy’s, y lo u.n.i.c.o. que le agradezco es que me dio para escribir un post. Obvio ni se lo imagina. Pendeja.


Para el maestro E.E.E.M. Virtuoso de la lente y del corazón, como pocos.

Monday, March 05, 2007

Welcome to Purgatory

Alrededor de las 10 A.M. del viernes me di cuenta que, al igual que cuando compré colchones, eso de las mudanzas era territorio totalmente inhóspito para mí. Ya había confirmado y reconfirmado que el 2 de marzo sería el día D, así que cuando a esa hora me encontré parado en mi cuarto, con una cara de teto digna de personaje cómico de Televisa, y dando vueltas sobre mi propio eje, no encontré otra más que la de comenzar a empaquetar como Dios me dio entender. ¿Y por dónde empecé? R= Por mis lociones. Tetazo.

Por omisiones logísticas y deslices económicas, mi carnal y yo (mejor dicho, yo) decidimos hacer esta mudanza sin eso que normalmente ayuda mucho y que se llama… mudanza. Según mis cálculos, sólo había unas maletas que trasladar, y con un par de viajes en el Avispón estaría listo el asunto. Ajá guey. Las mudanzas son un regalito que te mandan de arriba para que te des cuenta de la cantidad de porquerías que atesoras sin razón alguna, o peor aún, por la carga sentimental (de polvo) que acumula. En ese rubro, descubrí 537 cartitas arrinconadas en mi secreter (sí, así le dice mi abuela y me caga esa palabra… secreter, agh), 37 libros del periodo escolar que comprende 1º. de primaria a 3º. de secundaria, un traje de baño amarillo Nike con el resorte más guango que el discurso de Obrador, 3 mil 890 tarjetas coleccionables de la NBA (yo era un dealer de esas madres en la secundaria), 9 cables sin aparato al cual enchufárselos, y muchas, pero muchas mugres más.

Cabe destacar que mientras yo lidiaba con este proceso cuya dificultad es mitad logística y mitad sentimental, mi mamá me decía por octava vez en menos de 12 horas: “¿Cómo vas a llevarte tu colchón?” (Sí, EL colchón). Ya veré cómo le hago (esa respuesta es de chilango. Mejor dicho, de hombre chilango). Resulta que las jefas siempre dicen las cosas por algo, y cuando voy midiendo el largo del colchón, caigo en la cuenta de que, efectivamente, ni a madrazos cabía en mi coche, ni en ninguna SUV que me pudieran facilitar. Mch, ya veré cómo le hago.

Primer viaje al Purgatorio (Rorras y yo hemos bautizado así al nuevo departamento porque en él estás a dos pasos del Paraíso. Qué bonito ¿no?). Órale carnal, a cargarle. Y yo que de fletero me muero de hambre, nada más de botana me di un cadencioso sentón que me dolió hasta los pelitos de la nariz. En eso llegó Dormimundo con mi bots esprin y la cama de mi carnal. Pues que me los pepeno. “Qué jefe, ¿cuánto por ir a mi casa por el colchón que está aquí a 5 minutos (al menos son 15)? Uuuuuuuuy jefe, pus unos 200 varitos. Cerrado. ¿No les digo?, uno siempre ve cómo le hace.

Gracias a la mudanza también pude encontrar ese libro de Kapuscinsky que me firmó afectuosamente y que yo ya daba por perdí. También me topé con mis películas VHS del Capitán Planeta y los Planetarios que tanto tiempo libre me ayudaron a matar cuando me dio hepatitis en secundaria, así como mis action figures de He-Man (es que tienen una carga sentimental muy cabrón).

Hacia las 7 P.M. me preparaba a realizar el último recorrido de mudanza. Mi hermano bajó llorando del cuarto de mis abuelos, donde ambos hacían lo propio y a mí se me estrujó el corazón. Fueron 13 años de vivir en LA casa como refugiados políticos de un divorcio, y si eso le sumas que los libaneses tendemos a sufrirlo todo, pues aquello se volvió una película de Adrian Lyne. Mi mamá se ahorró todo el huracán emocional enojándose conmigo a las 9 A.M. por una pendejada y no volviendo a llamar sino hasta la mañana siguiente.

Noche inaugural, brindis discreto y nada que lamentar. Llega el saturday bloody saturday y encontramos que hacer el súper es un verdadero gorro. Jamás pensé parafrasear a mi mamá. “Ay Miguel Angel es que todo está bien carooooo (con tonito gangosón)”. Es que oigan, neto, todo está bien caro. Y luego mi hermano y yo no somos precisamente los más preparados para tomar decisiones de presupuesto hogareño. “¿Qué nos llevamos, el Chocomilk Chocobanana o el Quik con white chocolate dots? (no comments)”.

Para el domingo, el Purgatorio ya se encontraba en pleno funcionamiento. Queda abierto, lectores de U.N.I.C.O., a las personas de buena voluntad (previo aviso y autorización, nada de llegar pedales a las 4 de la mañana). Se ofrecen membresías V.I.P. con un costo de $100 que se destinarán al Fondo del Gozo Común. Aplico restricciones (ah chingá, si los del estadio del Monterrey lo hacen, ¿por qué yo no?.


Para mis abuelos, que sin deberla ni temerla nos aguantaron tanto tiempo. Ellos tienen su Purgatorio V.I.P. gratis cortesía de la casa.